¡Que no quiero mascotas!... por Antonio Cabrero Díaz
Hola amiguitos y amiguitas de PB Agujúo, aquí estamos otra vez.
La estupidez del ser humano no tiene límites. El lunes pasado, según venía de correr de la Casa de Campo, me vi en la obligación de separar a dos individuos que se estaban inflando a hostias. A lo lejos, los coches cruzados, y una larga caravana en la rotonda que te lleva a la gasolinera de Batán o a la calle Camarena, pasando por debajo del puente de la Carretera de Extremadura, mis ojos vieron una escena lamentable. No pregunté el motivo de tan enconada violencia. Llegué, cogí a uno, le separé, y cuando observé que mas gente se animaba a salir de sus coches a parar el circo, me largué y continué con, hasta entonces, mi placentera carrera.
Al llegar al Parque Aluche el banco donde suelo sentarme y descansar, una vez más, estaba ocupado. No me importó. Había amor. Una escena más bonita que la que había presenciado unos minutos antes. Miré a las dos chicas que se estaban besando apasionadamente, les lancé una sonrisa de esto esta mucho mejor, y continué mi camino hasta llegar a casa, en donde a la vez que estiraba pensaba que el macho dominante no tiene remedio cuando no utiliza el cerebro y se deja guiar por el instinto mas primario.
Sin más, obviando como se ríen de los ciudadanos los Puyol y demás corruptos, esperando que les guste y les disguste lo escrito, les dejo con:
¡QUÉ NO QUIERO MASCOTAS!
El viernes pasado estando de ronda (¡vaya novedad!) con unos amiguetes salió a relucir el tema de los animales de compañía. De todos los presentes yo era el único que no tenía mascota. Unos tenían dos gatos, otros dos gatos y un perro, otros un gato, y otro tenía dos perros. En este caso el bicho “raro” era yo.
Tengo una opinión muy particular en lo que a este tema se refiere. Una opinión muy influenciada por mis padres, y más concretamente por mi madre, la cual nació, creció y vivió en un pueblo, y cuya familia tenía todo tipo de animales como medio para tener una vida más próspera y mejor.
Poseían todo tipo de especies con el objetivo de asegurarse comida, sus propios recursos y unos posibles beneficios económicos. Lo que se llama vivir del campo. Los caballos no eran para fardar (si acaso en fiestas) y sí para trillar o transportar bultos o personas. Los perros servían para conducir al ganado y no para ver como hacen caquita en la acera. Los cerdos eran alimentados para luego hacer matanza y aprovechar sus productos. Las vacas para tener leche y vender la carne. Las gallinas para tener huevos y hacer guisos. Así podría seguir enumerando múltiples ejemplos pero creo que he dejado claro que significan los animales para mi familia.
El avance de los años ha provocado que el aumento de mascotas como animales de compañía por parte de los habitantes de las grandes ciudades haya subido como la espuma. Una mezcla de soledad y sometimiento ajeno son dos motivos que observo como explicación a este fulgurante amor por los bichos. Todo aquello que no somos capaces de alcanzar con los de nuestra especie lo encontramos con los que pertenecen a otras inferiores.
No se me olvida cuando mi madre me decía que la carne de ardilla estaba muy buena, o cuando los pájaros se posaban en la terraza y piaban, ella aseguraba que fritos estaban muy ricos, o cuando veía besar a un amo a su perro en la boca, “será tío tonto, seguro que se mueren sus padres y no va a verlos”.
Yo sonreía y entendía muy bien lo que quería decir, que hay personas que quieren más a su gato, por ejemplo, que a las personas, y están en todo su derecho. También estoy de acuerdo en que hay perros que son mucho mejor que seres humanos. Mi tío Pedro que era un hombre de campo hace años ya me decía que los perros son muy parecidos a nosotros, que sufren depresiones y cambios de humor igual que el hombre.
Todo esto no quita para que ellos y yo pensemos lo mismo, que nosotros en nuestro sitio y los animales en el suyo, y no es precisamente nuestra casa. Estamos en contra del maltrato animal, y aquí lo he reflejado en numerosas ocasiones, pero tenemos muy claro la evolución de las especies, y creemos que si la nuestra ha llegado hasta aquí viva será por algo, ¿por tener más cerebro quizás?
Mi opinión esta clara. No digo que sea mejor que la de los que aman las mascotas. Es más, no tengo nada en contra de que cada uno comparta su vida con quien quiera, sea animal o persona. Pero, por favor, que nadie quiera convencerme de lo contrario. Que no quieran demostrarme lo maravillosa que sería mi vida si tuviera una mascota.
Ni periquitos, ni gatos, ni perros, ni roedores de las praderas, ni iguanas, ni serpientes, ni tortugas, ni cerdos salvajes ¡Qué no!, ¡no quiero mascotas! No me gustan los Zoos, no me gustan los animales atados a una cadena, los prefiero libres y en su hábitat natural, lejos del hombre, en estado salvaje.
Para animal de compañía ya estoy yo mismo. Sino se lo creen tendrían que ver el pelo que suelto, más que un perro y menos que un mono, y no es que se me caiga de la cabeza. Aparte tengo el territorio totalmente marcado y no me apetece tener que disputarlo con nadie. Se que esto parece triste, que no es tan divertido como hacer que se levante y se siente un bicho, o que nos den la patita a cualquier mínima indicación nuestra, pero es que la lógica y cordura animal me indica, debido a mi genética, lo que debo hacer, vivir y dejar vivir, enseñando y nunca adiestrando.