Tener muchos amigos... por Antonio Cabrero Díaz

06.03.2015 00:00

Hola amiguitos y amiguitas de PB Agujúo, aquí estamos otra vez.

Debo recordar, una vez más, que los mensajes orales y escritos que me enviáis son lo que más me estimula, después de la lucha por la justicia social, para seguir escribiendo esta sección todos los viernes coincidiendo con el consejo de ministros. En ellos me decís lo mucho que os gusta lo que escribo y, también, lo mucho que os disgusta. Ambas opiniones son tenidas en cuenta de igual manera por este que escribe para continuar aprendiendo y mejorando.

A mucha gente le causa sorpresa al verse aludidos en algún artículo. Cosa esta que es normal porque suelo tratar temas cercanos, que nos afectan a todos, y para ello me inspiro en las relaciones que tengo día a día.

También sorprende que el que escriba sea yo. Muchos conociéndome poco, a simple vista, no esperan que escriba, y mucho menos, que, según ellos, lo haga bien.

Aunque no lo parezca, como dice la canción, yo también me emborracho y lloro cuando tengo depresión. Las apariencias, a veces, engañan, y aún más si cabe en un país como el nuestro, en donde no nos tomamos la molestia de conocer a las personas antes de juzgarlas.

Sin más, olvidando que a Ignacio González, al cual no voto nadie y es presidente de la Comunidad de Madrid “le han pillao con el carrito del helao” con un ático dentro, y que no solo no esta en la cárcel sino que se lo esta llevando muerto, esperando que les guste y les disguste lo escrito, les dejo con:

 

TENER MUCHOS AMIGOS

 

El fin de semana pasado leí de refilón un artículo de la última página del semanal que El País edita los domingos (periódico este que pasó de independiente a global de la noche a la mañana, a la vez que de izquierdas a derechas). Su autor venía a decir que este país esta compuesto por ciudadanos entre adanistas e idiotas. Afirmación con la que estoy de acuerdo, y que cumple a rajatabla el mismo que lo escribe. Sus palabras indican que el mismo no puede ser más adanista y más idiota.

Dentro de la idiotez que nos rodea hay un fenómeno que hace que estemos a gran altura en este campo. El hecho de tener amigos no es malo, pero la fijación de tener muchos y demostrar con esto que somos los mas guays si lo es.

Esto viene a cuento, como siempre, de una banal conversación con conocidos, en donde hablaban de las redes sociales. Me decían que en un canal de comunicación como es el face book (libro de caras, ¿eh?) tenían más de mil amigos. “¡Anda ya!”, fue mi respuesta. “¿Pero cómo se pueden tener mil amigos?”

Para un ser primitivo e idiota como yo (en esta afirmación estará muy de acuerdo Sergio “Minero”) estos conceptos suenan a chino. Es incomprensible para mis entendederas que alguien pueda contar más amigos que los dedos de una mano. Me refiero a amigos de verdad, de toda la vida, no a personas con las que te has tomado una caña.

Soy de la opinión de que los amigos no se tienen se disfrutan. Pienso que son aquellas personas que llevan muchos años a tu lado, que han compartido muchos momentos de tu existencia (sobretodo los malos), que te dan sin pedir nada a cambio, y que complementan tu vida y sus vacíos dándote su apoyo con plena libertad.

Para llegar a estos niveles hay que haber compartido y aguantado mucho juntos. Es por este motivo por lo que me parece una mamarrachada que la gente tenga cientos, miles, de amigos. Parece una tontería pero esto es un ejemplo más de cómo el sistema nos quiere alienados y uniformados, convirtiendo un sentimiento tan profundo y valioso como el de la amistad en algo frívolo y sin sustancia.

Ser amigo ahora es tener el mismo gusto por la ropa. Ser de un equipo u otro. Tener las mismas medidas y tamaños. Ir a los mismos sitios. Escuchar los mismos discos. Ser amigos ahora es no conocer a las personas con las que te relacionas. Es no compartir nada malo y sí todo lo artificialmente bueno. Es no tener en cuenta la opinión y gustos del otro. Es, en definitiva, vivir una ficción cimentada por los estatus y los cánones que el mercado nos introduce por vía intravenosa a través de los diferentes medios de comunicación.

Hay que ser el que más mola. Para esto hay que caer bien a todo el mundo y ser importante para aquellos que nos rodean. Hay que tener contacto con muchas personas, no necesariamente corporal, y aparentar que tenemos una agenda de números repleta e interminable. Y hay que dejar muy claro que somos queridos y gritar muy alto, para que todos se enteren, que tenemos muchísimos amigos.

 

Me cuesta decir que tengo amigos. Siempre he marcado las distancias porque considero muy importante el hecho de compartir tu vida con los demás, sea como pareja o como amigo. Esto no es ni mejor ni peor que la postura contraria, es la mía. Mi familia es así, somos reservados y complicados a la hora de compartir nuestros sentimientos, pero cuando hay que ayudar a alguien, cuando la mayoría se esconde o no quiere saber nada, siempre estamos ahí.

No necesito un ordenador, ni un móvil de última generación, para relacionarme. Prefiero decir lo que tenga que decir a la cara. No quiero tener muchos amigos, con los pocos que me aguantan me vale. Tampoco quiero caer bien, es más prefiero caer mal. No me quita el sueño ser el centro de atención, es más me gusta pasar desapercibido. Esta actitud no es porque me crea mejor que nadie, simplemente soy así, sencillo y natural. Soy de esas personas que piensan que hay que vivir y dejar que los demás vivan su vida, cada uno por su lado sin forzarla situación, y si mientras tanto nos encontramos disfrutaremos compartiendo cosas que nos enriquezcan a ambos, en plena libertad y como buenos amigos.