¿Por qué a mi?

28.07.2017 14:48

Hola amiguitos de PB Agujúo.

Aquí estamos otra vez con el último artículo de la temporada. Este que escribe hace un parón, más que por descanso, por  no aburrirles a ustedes. El mes de agosto es ideal para creerse que el mundo se para y las injusticias desaparecen.

USA, la democracia por excelencia del planeta, va a eliminar la ley sanitaria que intentó implantar Obama. No es que esta fuera un ejemplo de solidaridad, pero la primera piedra para que la sanidad llegue a todos sus ciudadanos va a ser destruida.

En Afganistán continua la tragedia. Los muertos se multiplican a diario. Los talibanes, en otro tiempo amigos de los estadounidenses, siembran el terror en escuelas, mercados, y hospitales. Los nombres de los centenares de muertos de esta semana no son tan visibles como los muertos blancos occidentales.

Los inmigrantes también mueren. Más de 6.000 han fallecido intentando pasar de México a EEUU este año.  El mar Mediterráneo es testigo de continuos ahogamientos. El derecho a la vida es obviado por los países ricos, que son los que con sus políticas hacen que la gente migre de un país a otro.

No todo son malas noticias. Mariano Rajoy ha declarado ante el juez por la trama Gúrtel que acusa a su partido de financiación ilegal. Ha entrado por la puerta de atrás, le han puesto en un estrado alejado de los inculpados y le han hecho preguntas inquisitivas. Ha respondido previo guión estudiado y ha demostrado una gran falta de memoria.

El capo de este grupo mafioso llamado PP, en el cual todos roban, no puede dimitir y menos deber ser cesado, tiene que ser votado para que siga robando muchos años más.

 

Sin más, esperando que les guste y les disguste, les dejo con:

 

“¿POR QUÉ A MÍ?”

 

Esta interrogación la utilizamos con frecuencia cuando nos afecta alguna desgracia personal o cuando alguien cercano a nosotros enferma o fallece. Pregunta que intenta que nuestro cerebro de una explicación a lo que realmente no lo tiene.

El cáncer, o un infarto, lo asociamos a personas que llevan una mala vida. Creemos que si llevamos una vida sana, comemos bien, hacemos ejercicio, y no fumamos ni bebemos, estamos libres de que nos afecten estas terribles enfermedades.

Ahí está nuestro error. No tenemos claro que somos seres humanos y mortales. El tema de la muerte le tenemos apartado, incluso oculto. El ser humano, por muchos avances médicos logrados, nace, crece, enferma, y se muere.

La enfermedad, igual quela muerte, siempre está cerca. Podemos llevar una dieta sana, hacer deporte, y tener unos hábitos saludables, y, aún así, enfermar. La explicación, aunque nos duela, es más sencilla de lo que pensamos, somos simples mortales.

Todos caemos en la trampa del, “¿por qué a mí?”, porque nos hacen creer, y nos convencen de que si seguimos unas determinadas pautas es casi imposible que suframos una grave enfermedad. Son capaces de convencernos de que podemos alcanzar la inmortalidad.

Detrás de todo esto hay una gran industria. El negocio de la salud está en auge. Ahora está de moda ser vegetariano, comer sin gluten, y hacer deporte como si no hubiera un mañana. Los beneficios de las empresas de lo ecológico y lo deportivo son cuantiosos, y no paran de incrementarse año tras año.

Según científicos de universidades de Estados Unidos, a los cuales puedes creer o no, la diferencia entre una persona que se cuida en extremo y los que llevan una vida normal o poco recomendable es de dos años más de vida.

No estoy invitando a que el personal fume y beba a discreción. Lo único que intento explicar es que hay que vivir como más le guste a uno. No hay que hacer cosas que nos amarguen con el único objetivo de alcanzar la eternidad. No hay que obsesionarse con la salud y el ejercicio físico. Hay que hacer lo que nos haga, dentro de un orden, sentir bien.

Nuestro cerebro no puede dar una explicación al sentido de la vida. Esto es inalcanzable para nuestras mentes. El hecho de vivir y, sobretodo, el de morir no lo podemos entender.

Es por este motivo que cuando se muere alguien querido de manera repentina, o cuando nos entra una enfermedad grave, no sirve de mucho preguntarse por qué a mí. Lo único que nos queda es aceptarlo, luchar, si se puede, para reparar el daño, y tirar para adelante, si no tiene solución, sin sentimiento de culpa ni reproche alguno.