A los bobos de nuestro entorno... por Antonio Cabrero Díaz
Hola amiguitos y amiguitas de PB Agujúo. Aquí estamos otra vez.
El gobierno de España y el de Cataluña, como no podía ser de otra manera, están haciendo juegos de tahúr de cara a las inminentes elecciones autonómicas de septiembre. Unos se permiten el lujo de amenazar con enviar tanques, y los otros van, como si fueran palestinos en Gaza, a Estrasburgo a denunciar un ficticio estado de sitio.
Confío en la inteligencia de los ciudadanos catalanes. Y que les manden a ambos a hacer gárgaras. En esta supuesta batalla los únicos que van a ganar son ellos, los políticos, y los que seguro van a perder son aquellos que ostentan la clase social más baja, el pueblo.
La “buenísima” Cristina Cifuentes, la cual no ha trabajado en su vida, se permite la osadía de acusar a los miembros de Ahora Madrid de enchufar a sus familiares y amigos en el ayuntamiento. Si esto fuera verdad (cosa que está por ver) no creo que ella sea la más indicada para denunciarlo después de haber participado en el “Tamayazo”, encubrir la “púnica”, y utilizar el senado y el tribunal de cuentas, por ejemplo, para colocar a dedo a los amiguitos del partido.
Siria me recuerda a España. Estamos en 1939, miles de personas escapan de una guerra que, como la nuestra, está provocada y patrocinada por muchos países que ahora van de buenos. Jamás nos enteraremos del por qué de todo esto. Nunca sabremos la verdad de los hechos.
Sin más, esperando que les guste y les disguste lo escrito, les dejo con.
A LOS BOBOS DE NUESTRO ENTORNO
La vejez es muy mala para aquellos que viven en los países desarrollados y les han prometido la vida eterna. No mola tener arrugas. Es una tragedia que te salgan manchas en la piel. No hay lugar para los dolores y los achaques. No es admisible tener el pelo blanco o no tenerlo.
Ante el inevitable deterioro que provoca el paso del tiempo hay dos maneras de afrontarlo, una es aceptarlo, y otra no asumirlo. Aquellos que optan por la primera opción, desde mi punto de vista, aciertan, y hacen la cuarta parte de las tonterías que los que optan por la segunda opción, y entran en una lucha sin cuartel para frenar el envejecimiento.
Te has teñido el pelo. Te has puesto a dieta. Has contratado un entrenador personal, perdón, un “personal trainer”, que queda más moderno. Te has apuntado a clases de entrenamiento militar, perdón otra vez, de “crossfit”. Tu dieta es lo más sana y antioxidante posible, de esas que te van a dejar como una sílfide. Te vistes de lo más guay, digo “cool”. Sales por las noches, y vas a los garitos más “in”. Tu vida no puede ser mejor porque le ha crecido pelo a tu cabeza.
Todo esto te da la seguridad necesaria para poder competir con aquellos que podrían ser tus hijos, y para reírte, incluso humillar, a los que son de tu generación. Esto te hacer sentir tan bien que cuando te miras al espejo ves a una persona que no eres tú, sino que es mejor de lo que años atrás era.
Has olvidado la rabia y la envida que te provocaba el hecho de ver gente mejor que tú. Ahora juegas al fútbol, o cualquier otro deporte, porque estás seguro de tus posibilidades. Ya no vives del chismorreo, y no estás preocupado por la vida de amigos que no eligieron tu camino. Ya no te importa estar casado y llevar una vida de lo más monótona y aburrida. Ahora las comidas en donde se junta la pandilla, con las mujeres y los niños, las disfrutas como si fueran una victoria.
Qué guapo estás, qué joven te mantienes, y ¡qué tonto eres! Porque querido incauto hay que ser muy bobo para no darse cuenta de que por mucho que lo intentes nada puedes hacer contra la madre naturaleza. Tarde o temprano, antes o después, caerás de la nube en donde tu cabeza está instalada, y no gracias al consumo de alguna sustancia prohibida.
Al contrario de lo que piensas no vas a dejar un cadáver bonito, porque eso solo lo consiguen aquellos que son jóvenes y guapos, cosa que tú no eres. Tu cadáver, seguramente, dejará un cuerpo escombro con más arrugas que una trenza, y, sobretodo, una cara sin sonrisas, con una mezcla de sufrimiento y decepción.
Tú mismo, según las creencias que te han proporcionado el yoga y la meditación, podrás ver desde el otro lado lo bobo que has sido. Entonces te acordarás de las rondas de cañas que te has perdido, del gordo del jamón que tan feliz te hacía y no comías, y de las raciones de oreja a la plancha y bravas, de las que te has privado, que te provocaban una sonrisa que ahora no tienes. Será entonces cuando querrás volver y comerte un cocido para luego darte un paseo por un paraje bonito, pero será demasiado tarde, porque tu cuerpo estará siendo troceado para, una vez disuelto en abundante agua, sirva de consomé a unos hambrientos gusanos.