Aviones de papel... por Antonio Cabrero Díaz

21.02.2014 00:00

 

Hola amiguitas y amiguitos de PB AGUJÚO, aquí estamos otra vez. Antes de comenzar les quiero señalar el hecho gravísimo que denuncié en el artículo anterior y el cual no ha tenido consecuencia política ni jurídica alguna. Me estoy refiriendo a la muerte de quince inmigrantes (realmente no sabemos cuantos más son) en aguas de Ceuta debido a la brutal actuación de la guardia civil. A día de hoy ni el ministro de interior, ni el director de la benemérita, ni el cristo que lo fundó, ha presentado su dimisión. Todos los citados anteriormente para mí son responsables y homicidas directos e indirectos de los fallecimientos de estos seres humanos.

Debo reseñar que coca cola iberia partner no informa sino miente, y todo lo escrito en el anuncio del País del domingo 16 de febrero de 2014, en la página 21, es una auténtica patraña. Si lo que se deduce de él es que no les queda más remedio que despedir a la gente para poder ser competitivos y pasado un tiempo crecer y crear empleo, yo les doy la inmediata solución, que no echen a nadie a la calle ahora, que no sean egoístas y no intenten recuperar la presunta inversión en el menor tiempo posible, y que sean generosos, no con Florentino y su Madrid, y sus propios bolsillos, y sí con los ciudadanos y ciudadanas que hacen que ganen miles de millones. Hasta que esto último no suceda les pido por favor que NO BEBAN NI UNA SOLA COCA COLA.

Desde este blog también queremos dar todo nuestro apoyo a las mujeres de este país, y a su derecho a decidir, que estos hipócritas salvadores de patrias quieren arrebatar mediante una ley del aborto antipersona. Me parece muy osado tachar a una mujer de asesina cuando en la historia de la humanidad el que ha matado siempre ha sido el hombre, y a las pruebas recientes me remito. Esta ley junto a la de seguridad ciudadana, y a la propaganda de los conflictos nacionalistas son botes de humo para entretener nuestras entendederas mientras nos van dejando desnudos de derechos y libertades.

Sin más, soñando que el miedo deje paso a la esperanza, y esperando que les guste, y que les disguste, les dejo con:

 

AVIONES DE PAPEL

 

Una compañera del colegio me pasó un cuento para preguntarme que me parecía. La dije que estaba bien. Me he permitido la licencia de hacer esta versión.

 

 

 

 

Se había despertado antes de tiempo. Llevaba días que dormía menos de lo que en él era habitual. Ella y sus ojos negros ocupaban todos sus pensamientos. Sabía que era joven, que dentro de unos meses alcanzaría la adolescencia, pero eso era una excusa que su corazón no podía admitir.

Entre sus cavilaciones andaban los nervios apretándole los músculos del estómago. Se tenía que decidir a hablarla. Era muy tímido con las chicas, a la vez que muy valiente para plantarle cara a cualquiera que se le pusiera por delante, o que abusara de los más débiles.

Los pasos que hacían vibrar el suelo delataban a su madre, que como todas las mañanas iba a despertarle. Después de un breve paso por el baño estaba en la mesa desayunando en completo silencio, y no por su estado de enamoramiento, sino porque recién levantado no era capaz de que sus palabras se libraran de las cadenas de la amargura de la vida.

Su madre le conocía, ya sabía que no se le podía hablar y él lo agradecía, sobretodo cuando escuchaba como se lo decía a su padre y hermana. Qué suerte había tenido al tocarle una madre así, tan comprensiva, tan inteligente, y tan irónicamente divertida.

Sus pantalones vaqueros, acompañados de sus deportivas, y su mochila caqui, que representaba sus ideas antimilitaristas, le llevaron dentro del colegio. Estaba en el interior del aula hablando con los colegas del último partido disputado el fin de semana cuando entró ella. Pasó delante de él, pero no la miró, como si fuera totalmente invisible, como si no existiera. Ella si le miró, a la vez que le lanzó una bella sonrisa, que le estalló en la cara con la fuerza de un latigazo.

Después de las primeras clases iría hacia ella y hablaría de cosas banales para empezar a conocerla, para comprobar que detrás de la imagen había una realidad, una persona que merecía la pena conocer, y con el tiempo querer.

Sonó el timbre acelerando su ritmo cardiaco. No se podía mover. ¿Pero qué le pasaba? Su mente había dejado claro que desde ese mismo instante no iba a pasar un día más sin hablar con ella. Era evidente que el miedo a no ser correspondido de momento no le permitía actuar.

Ante su parálisis desistió del intento y se bajó al patio a intentar olvidar el mal trago dando patadas a un balón. A la vuelta del recreo, antes de llegar a su pupitre, vio un objeto encima, era un avioncito de papel, pequeño, compuesto por cuadraditos pequeños, y el cual tenía el diseño perfecto. ¿Quién lo habría puesto ahí?

Pasaron los recreos, los días y las noches, y continuaba sin poder acercarse a ella. A la vez no dejaban de aparecer aviones de papel en su mesa,  de diferentes colores, de múltiples formas, y diversos tamaños. A veces había uno, otras dos, y muy raramente más de tres. El enigma seguía flotando en el espacio, provocando que el presentimiento que embargaba al muchacho se fuera afianzando, y fuera haciéndole creer que algo bueno y mágico le iba a suceder.

Una mañana de primavera simuló ir al patio. Cogió el bocadillo que le había preparado su madre, salió el último y cerró la puerta. Antes de llegar a la escalera giró a la izquierda y se metió en el servicio, en donde contó hasta cien. Una vez finalizada la cuenta tomó el camino de vuelta a clase.

Se acercó sigilosamente al aula, la puerta estaba entreabierta, inclino su cabeza, colocó su mirada entre el hueco que dejaba la ranura por donde entraba la luz, y atisbó a ver a una persona que estaba en su mesa, y que tenía algo en la mano, algo como un avioncito de papel.

Abrió de repente, y esa persona se giró. Era una chica de pelo moreno, con unos profundos ojos negros, y con una mirada arrebatadora. ¡Era ella!, era la muchacha que le había tenido en un sin vivir durante todo ese tiempo.

El chico se acercó hasta ella, como jamás hubiera pensado que se podía aproximar, y le preguntó por qué le ponía aviones de papel en su mesa. Ella tranquila, serena, y con una sonrisa que brillaba como las estrellas, le contestó que esos aviones representaban lo que sentía cuando se cruzaba con él, una sensación de ligereza, de poder flotar, incluso de ser capaz de volar y elevarse por los aires.

Casi sin dejarla terminar, la cogió de las manos, la miró fijamente como sino hubiera un mañana, y la dio un beso suave y hondo que hizo recluir a las palabras que salían de sus bocas en el baúl de los sentimientos más íntimos. Entonces, en ese momento, los dos comenzaron a volar con los pies pegados al suelo, y a sentirse invisibles a todo lo que les rodeaba,  e iniciaron un viaje interminable que les llevaría desde el colegio hasta el más allá.

Pasaron los años, y ni el tiempo ni los hombres pudieron con su inquebrantable relación. Permanecieron juntos hasta el fin de sus días, queriéndose, ayudándose, y amándose. Ella cada año, en una fecha cualquiera, se levantaba temprano, le ocultaba un regalo bajo la almohada, y se iba al parque a esperarlo en su banco. Él cuando se despertaba y encontraba a su lado un avión de papel sentía que no había presente más bonito y valioso que le pudieran hacer, y se vestía corriendo para encontrarse con ella y agradecerla el haberle concedido la plenitud del amor eterno.