"Balta" y "El cuaderno"... por Antonio Cabrero Díaz

14.10.2016 00:00

Hola amiguitos y amiguitas de PB Agujúo.

Aquí estamos otra vez para hacerles entrega de dos escritos, pues ya se sabe que dos son mejor que uno. El primero es un recordatorio explicativo y el segundo una explicación abstracta.

Sin más, esperando que les guste y les disguste, les dejo con:

 

BALTA

 

Viti últimamente me manda mensajes, nada positivos, avisándome, o informándome, de las noticias que suceden en el grupo de los amigos del pueblo. Esto no sé si agradecérselo o recriminárselo. El último Apache no es de los que les gusta enterarse de las cosas de los demás, y sí de los que gustan  estar desconectado del mundo.

Hace unas semanas me contó que la madre de un colega tuvo un pequeño susto a modo de amago de infarto. En eso se quedó la cosa me contó la hija días después. No había sido nada grave, de lo cual me alegro y tengo contraída la deuda de ir a hacerle una visita.

El fin de semana pasado no hubo tanta suerte y el padre de Juanrra “Batalla” falleció de manera repentina. No fue motivo de los años, que eran muchos, sino de una complicación médica.

Lo primero que pensé es que nuestra panda se esta haciendo vieja. Recordé lo mayor que me voy haciendo de una manera obvia y natural. Lo segundo que se me pasó por la cabeza es que es ley de vida, y que lo normal es que se mueran los padres antes que los hijos.

Estas noticias de decesos, debido a mi experiencia con la muerte, me las suelo tomar con calma porque son más de treinta años viendo morir a familiares (soy el pequeño de las dos familias), y siempre me quedo, aparte de animar al amigo que  sufre la pérdida, con las cosas buenas de aquel o aquella que nos ha dejado.

Al  padre de Juanrra le recuerdo desde niño, era de la corrobla del padre de Viti, de la cual no sé si vive alguno (Eugenio quizás), siempre enérgico y dicharachero, nuestras idea s políticas eran totalmente contrarias, pero es aquí, queridos amigos, cuando se demuestra que las personas están por encima de las ideas, y Balta era una buena persona.

Le faltó tiempo cuando estuve trabajando en Talavera para decirme que si necesitaba lo que fuera que se lo pidiese. No recuerdo las veces que me invitó a comer a su casa. Tampoco podré olvidar la generosidad que tuvo con mi familia yendo todos los días que podía,  y le dejaba el cuidado de su mujer, a ver y echar un rato con mi padre recién operado. No recuerdo las veces que me dijo que me fuera a comer a su casa.

Con esto nos tenemos que quedar de la gente que  nos deja y con la que esta. No con lo que dicen y sí con lo que hacen. Esta es una de las razones por las que funciona la Peña Memata. Es el motivo por el cual un grupo de personas tan diferentes, después de tantos años, siguen juntas. Cuando las cosas se ponen feas o hay algún problema no se habla se actúa, y se esta donde se tiene que estar.

Ya pueden tomar nota todos los que se molestan porque se de un pregón, o porque según criterios, solo sepamos dar la nota o seamos unos maleducados. La nota la damos cuando la mayoría se esconde o se escapa, cuando las cosas no son agradables, y cuando la palabra amistad descubre su verdadero nombre.

 

EL CUADERNO

 

Me despierto y descubro para mi sorpresa que estoy vivo. Todas las mañanas tengo un instante de duda de seguir o no. Yo tampoco aguanto a la gente. Me parecen ridículos, soeces y nada interesantes. Al momento caigo en la cuenta de que yo formo parte de esa gente.

Ha muerto otro conocido. Aquí no va a quedar ni dios. Los treinta quedan muy lejos, tanto como el tiempo que yo creía suficiente para vivir. ¿Para qué vivir más?, pregunta que actualmente me sigo haciendo, y que no encuentra una respuesta clara.

Lo que si que tengo claro es que vamos a morir entre terribles sufrimientos. El entorno en donde vivimos, el aire que respiramos, y la comida que comemos, nos van a proporcionar una existencia larga, a base de tratamientos médicos compuestos de una gran dosis de pastillas.

El estómago paraliza mis cotidianos pensamientos negativos y encamina mis pasos hacia la cocina. Un desayuno de los que denominan sanos sacia levemente mi hambre. Hoy es fiesta. Esto es positivo porque por un día dejo de formar parte de la cadena de montaje y sufrimiento.

Podría pensarse que trabajo en una fábrica pero no. Lo hago en un centro educativo, que actualmente tiene la misma estructura que las fábricas de coches. La fiesta nacional es la culpable de mi descanso y de la deshumanización de las personas.

La música militar nunca me supo levantar y, como dice la canción, yo me quedo en la cama igual. Otra lucha que se olvidó. El antimilitarismo ya no existe. El movimiento hippie ha dejado paso a una tribu que puebla las calles, antaño revolucionarias, de Malasaña y Lavapiés, los pijos hippies.

Desesperado apago la radio. No encuentro ninguna emisora que no suene comercial, ni siquiera me valen las que se auto proclaman alternativas. La televisión es testigo de mi enfado, no se atreve a respirar, y apaga el piloto rojo automáticamente.

Solo encuentro una salida, la estantería del saber. Acudo a ella y mi angustia no se aplaca. Busco un libro y no lo encuentro. Hay muchos pero ninguno me dice nada. Están todos vacíos llenos de palabras.

Hace tiempo que los transmisores del pensamiento libre me abandonaron. La búsqueda esta siendo larga. Desde “Si las montañas hablaran” no he vuelto a vibrar con la lectura. Esto también nos lo están quitando los señores de nuestras ideas, la libertad de las palabras.

Un ruido estremecedor me paraliza. No lo provocan los gritos de los que sufren en el mundo. Es un caza que ha pasado a toda velocidad por encima de mí cabeza para recordarme lo insignificante que soy.

Me refugio en la última isla que protege mis sentimientos. Me siento en una silla mal encolada y me apoyo en una mesa con la pata coja. Saco mi cuaderno y empiezo a escribir.

Todo se para y nada se mueve. Comienzo a sentir que estoy vivo de verdad dentro de un mundo habitado por muertos, que por celebrar el día de la raza no son capaces de ver que por fin esta lloviendo, y que el otoño, pese a nosotros, todavía sobrevive y resiste.