Colegas hasta la muerte... por Antonio Cabrero Díaz

28.02.2014 00:00

 

Hola amiguitas y amiguitos de PB AGUJÚO, aquí estamos otra vez. Lo primero que quiero recordarles es que los trabajadores de coca cola siguen en huelga indefinida y  a la espera de que en el plazo de dos semanas la empresa aplique el ERE o no. Los sindicatos parece que esta vez sí han defendido los intereses de los trabajadores y han hecho su trabajo denunciando a la compañía, la cual sin ningún tipo de remordimiento continúa mintiendo sin parar. Como es habitual, desde que dura este conflicto, desde este blog les pedimos que no CONSUMAN UNA SOLA BEBIDA DE LA MARCA COCA COLA hasta que no aseguren que no habrá ningún despido. Recuerden que si pierden ellos es como si perdiéramos todos.

Por otra parte debo hacerme eco de la noticia del supuesto delito cometido por Francisco Granados, el cual tenía una cuenta no declarada en Suiza de un millón y medio de euros. Este individuo, político del PP madrileño, de un carácter chulesco y prepotente, ha estado viviendo mejor de lo que algunos se pensaban gracias al contribuyente, a la vez que dando lecciones de moral y honradez en diferentes tertulias periodísticas en las que ha asistido previa remuneración económica.

Tengo que recordar a nuestros lectores que Esperanza Aguirre llegó al poder a través de un pucherazo, de una manera nada clara y limpia. Después de comprar a dos diputados del PSOE, comenzó a nombrar consejeros, vicepresidentes, y demás cargos que con el paso del tiempo han sido “pillados” en diferentes tramas de corrupción, igual que seguramente ella misma con el tiempo también caerá.

El PP lleva veinte años chupando del bote de los ciudadanos de Madrid, y lo más grave que le va a ocurrir a aquellos empleados de lo público que se han enriquecido ilegalmente a nuestra costa es que les van a quitar de un cargo, para que se olviden de ellos durante un tiempo, y les van a poner en otro en donde van a vivir igual o mejor que antes de cometer sus desmanes y fechorías.

De todo esto no sólo son responsables ellos, sino también todas las personas que con su confianza a modo de voto les refuerzan dándoles mayorías absolutas para que sigan viviendo del erario público. Los políticos que tenemos no dejan de ser un ejemplo de la sociedad que tenemos, en la cual reina el robo y el engaño, y en donde la honradez brilla por su ausencia.

Sin más, soñando que el miedo deje paso a la esperanza, y esperando que les guste, y que les disguste, les dejo con:

 

COLEGAS HASTA LA MUERTE

 

Estaba dormido cuando sonó el portero de casa. Él desde su cama lo oyó como si estuviera a miles de kilómetros. La noche anterior la juerga había sido intensa. Unos amigos, unos cuantos bares, y mucho alcohol. A penas hacía breves horas que se había acostado cuando el resto del equipo le fue a buscar.

Abrió un ojo y vio a su madre susurrándole que le esperaban sus amigos abajo en el portal. La resaca era tan evidente como que eran las nueve de la mañana y tenían partido a las diez en el parque, en donde se jugaban el campeonato.

Después de un vaso de leche, y de escucharle a su madre decirle que como se veía por su mala cabeza, bajó a la calle en donde le esperaban sus colegas, los cuales estaban igual de mal o peor que él.

Habían pasado más de treinta años, y el recuerdo de su juventud apareció de repente haciendo desaparecer la crueldad del tiempo presente. La silla del hospital se convirtió en un banco del parque, y los familiares de los pacientes en amiguetes sentados en el césped, comentando el pedo de la noche anterior, las incidencias del partido, y el concierto de rock de la siguiente semana.

El grupo del barrio con los años fue desapareciendo, y por abatares de la vida, durante todo ese tiempo se había quedado reducido a dos. Él estaba bien, pero su amigo de toda la vida estaba muy mal. Una enfermedad degenerativa iba comiéndose poco a poco a la persona que un día fue y que ahora costaba mucho reconocer.

Mirando al espejo del lavabo podía ver los conciertos compartidos, los problemas contados y resueltos, y la confianza de disfrutar de una relación de verdad sin ningún tipo de compromiso. “Tú haz lo que quieras, yo también, pero entre nosotros no existe ni el dinero, ni nada que tenga que ver con una amistad interesada, lo nuestro es pura libertad”. Bellas palabras que estaban perfectamente escritas en el cristal, pero que en ese preciso instante no podían ser pronunciadas por su autor.

Qué mierda de país que no dejaba que la gente pudiera morir dignamente, y que obliga a sufrir hasta el final, hasta las últimas consecuencias. Qué envidia de países tan avanzados como Bélgica, en donde los enfermos pueden adelantarse al dolor, despedirse de familiares y amigos, y conseguir el descanso eterno con una muerte dulce y placentera.

Miró el reloj, se le despejó la mente, desaparecieron los recuerdos y los pensamientos como las palomas devoran las migas de pan, y entró en la habitación. Allí estaba su amigo, con la mirada perdida por el efecto de los fármacos, el cuerpo desnudo de su anterior forma, y el alma devorada por el sinsentido de prolongar una cruel agonía.

 Se acercó a él, le abrazó sin saber si le reconocería o si iba a recordarle, sintiendo que eso que estaba postrado en la cama nada tenía que ver con la persona con la que había compartido su existencia. Estuvo un rato que se hizo eterno, paralizado, y hundido por la ausencia de respuestas, pero sobretodo triste de ver el vació que emanaba de un cuerpo al que se le escapaba la vida.

Se incorporó, se despidió de la familia, y con paso firme enfiló el camino que le llevaba a la salida, liberándose de una pesada cara, pero sopesando las palabras que permanecían encerradas en su mente, y que tan continuamente se le aparecían.

No hacía mucho tiempo su colega, viendo la que se le venía encima, le dijo que si alguna vez él llegara a los límites de decrepitud a las que habían llegado otros de su misma edad, de su mismo barrio, que por favor le quitara de en medio, y que no consintiera que se convirtiera en un vegetal.

La hipótesis se hizo realidad, los peores presagios se habían cumplido, y él debía elegir entre jugársela y ayudar a su mejor amigo, o desentenderse del asunto y evitar posibles problemas con la justicia, y de una manera más discutible con la moral.

Era un hombre que luchaba por la justicia social, y como tal no podía consentir que por culpa de las leyes que aprobaban los que solo pensaban en ellos su compadre sufriera más. No podía quedarse de brazos cruzados, debía actuar de manera inmediata.

Salió de casa entrada la noche, cogió el metro que le iba a llevar al hospital. Durante el trayecto iba repasando todo lo que tenía preparado hacer, al estilo “one millon dólar baby”. El miedo ya no estaba dentro, se había colocado a su lado en un asiento vacío, y el valor le recorría todo el cuerpo de la cabeza a los pies.

Entró en la habitación, él estaba dormido, dio unos pasos, se acercó, le abrazó, le tapó la boca, y le mandó al paraíso de la nada, en donde más tarde o más temprano se reuniría con él. No había sufrido, un leve pataleo era mucho mejor sin duda que meses y meses de no ser ni un atisbo de persona.

Pasados unos días, sentado en un banco del parque, las lágrimas mojaban el lugar donde tiempo atrás se sentaba él. Ya solo había uno de los que eran, y faltaba el otro que siempre había estado. El litro no pasaba de mano en mano, y solo se lo quedaba uno. El dolor era intenso, pero era más fuerte la felicidad que producía el hecho de haber ayudado a un amigo en apuros, demostrando que la vida es para siempre si uno es colega hasta la muerte.