Cosa de Locos... por Antonio Cabrero Díaz

04.10.2013 00:15

 

Hola amiguitas y amiguitos de PB AGUJÚO aquí estamos otra vez celebrando la gran acogida que ha tenido este blog por parte de los que nos habéis visitado, entre ellos un montón de buenos amigos, a los cuales agradezco su apoyo, y el hecho de que les guste lo que escribo.

“En un mundo de locos estar cuerdo es una locura”. Esta frase me vino a la cabeza cuando delante de la televisión aparecieron los tres personajes de los que voy a hablarles a continuación.

Libertalia coincide de una manera estudiada el mismo día que hay reunión de ministros, los viernes. Ante una afrenta de tan enorme tamaño era y es necesario (como bien diría Kike “el canario”) una respuesta del mismo calibre pensando en el bien del ciudadano.

Sin más, esperando que les guste, y que les disguste, les dejo con:

 

COSA DE LOCOS

A Kalo y Periko porque son amigos, y siempre lo serán, por mucho que las votaciones a veces les lleven a la discrepancia, ambos son buena gente que camina sin duda.

 

Son las dos de la tarde, hay rueda de prensa después del Consejo de Ministros. Hay tres personajes dentro del televisor. Ellos están totalmente cuerdos, y yo cada día que pasa más paranoico, casi al borde de la locura.

En el centro de la imagen esta la vicepresidenta del gobierno, Soraya Sáez de…, a un lado el ministro de hacienda, Montoro, en el otro, el de economía, De Guindos. Comienza la función, y creo que no estoy preparado para ello.

Ante tan mala visión, una vez más me imagino que estoy viendo Barrio Sésamo. Tengo delante a la cerdita Peggy, a la rana Gustavo, y a Yoda, el hombre sabio de starswar. Hago una mezcla de programas y De Guindos se me parece más a Draki, el vampiro que no paraba de contar, que a Gustavo, el reportero más dicharachero.

Nos anuncian nuevas medidas que han tomado en contra del ciudadano, del contribuyente. Otra vez van a por los más débiles, a por los enfermos terminales y crónicos, a por los pensionistas, y a por los empleados públicos.

Miro al techo, de momento no hay arañas, por si acaso me pongo un gorro de lana en la cabeza, y cojo el matabichos que tengo escondido en un rincón. Nunca se sabe desde que flanco te puede atacar el enemigo.

Estoy seguro. Los malos están dentro del televisor, y parece que ponen buena cara. No creo que vayan a saltar a atraparme, aunque sin tocarme noto como me están chupando la sangre.

Van a cobrar la décima parte del coste de los medicamentes a aquellos que más los necesitan y que por obligación los deben consumir. Van a castigar al enfermo por estarlo. ¿Locura?, ¡NO!, es lo normal en tiempos de crisis. Es lógico cobrar más a los más enfermos para paliar su dolor corporal sustituyéndolo por un gran dolor mental.

Tendrán razón. Ellos son los cuerdos, y yo el loco por pensar que en tiempos de escasez a quien hay que pedir más es a los que más tienen, y no quitar más a los que menos poseen. Para hacer esto no hace falta estudiar una carrera o ser ministro, esos recortes los puede hacer cualquiera.

Los tres espectros importantes siguen su discurso. Les toca a los pensionistas, a los cuales les van a quitar más dinero diciéndoles que les van a subir las pensiones. ¡Y luego el loco soy yo!, si esto no es del todo absurdo que venga lucifer y lo vea.

El mismo dinero que les han dado a los bancos es lo que les van a sisar a los viejos. No me digan que no es una auténtica locura. Por menos de esto a muchos les han internado en un sanatorio.

Peggy me sonríe, creo que quiere algo, la molo. ¡Oh dios mío!, va a por mí, yo soy el siguiente. Montoro, digo el maestro Yoda, la hace un guiño, y suelta, dando una pirueta verbal de las suyas, que a los funcionarios no se les va a subir el sueldo, o lo que es lo mismo para que nos entendamos, que a todo el que tenga una nómina que provenga del las arcas públicas del Estado se le va a congelar el sueldo a la vez que el corazón.

Van ya tres años, o cuatro, o toda la vida, ya ni lo se. Estoy perdiendo la noción del tiempo, otro síntoma de empeoramiento, no distingo los meses, los años, todo me parece igual, como si los siglos no pasaran.

Dos hombres de blanco vienen hacia a mí, “¿pero los malos no eran los de negro?”, pienso incautamente. Me apagan el televisor, miro a mi izquierda y esta el “jefe”, un tipo altísimo y fuerte que no habla, pero que siempre que puede me ayuda. No estoy en casa, ni en el sillón de mi salón, el hecho de tener al hombre elefante a mi lado me lo ratifica.

Me levantan y me llevan a una especie de salita en donde hay una enfermera. Es alta, atractiva, diría que es Marilyn Monroe, pero no lo es. Abre su mano y coge la mía, en donde deposita unas pastillas de colores, que para mi disgusto no son peta zetas.

De repente me siento mucho mejor, es como cuando corría entre árboles por la Casa de Campo, o iba a conciertos de rock, o escribía en publicaciones denunciando la injusticia social que dominaba nuestra sociedad moderna.

Jack me da una palmada en la espalda que me espabila un poco. Él también fue normal, un tipo corriente, defensor de los derechos humanos, y lamentablemente había acabado en el mismo sitio que yo.

Estamos otra vez delante de la caja tonta, ¿o el tonto soy yo?, todo parece más bonito. No hay personajes de cuento, ni políticos malos. La irrealidad nos hace olvidar la verdad de las calles, también la de nuestras vidas.

Prefiero mi estado actual, es mucho mejor que el de antes porque ya no sufro. Ahora estoy tranquilo, ya no tengo preocupaciones, ya solo pienso en mí. Eso sí, estoy loco, pero he mejorado mucho. El cielo es más azul, el agua más clara, y la comida me sabe mejor.

Los que están en su sano juicio continúan con la ejecución de su plan, con la maléfica idea de desquiciarnos a todos. Ya quedan muy pocas personas que les puedan parar, y quienes pueden hacerlo poco a poco dejan de estar, y de gritar.

Primero nos quitaron el pensamiento, luego la salud, más tarde acabaron con nuestras ideas, para terminar convenciéndonos de que todo lo que hacen es por nuestro bien. Realmente cosa de locos.