Cumplir años... por Antonio Cabrero Díaz
Hola amiguitos y amiguitas de PB Agujúo.
Aquí estamos otra vez después de haber disfrutado de un fin de semana de tapas en Pedro Bernardo, Ávila. El evento estuvo bien, y gocé de él como mandan los cánones y las buenas costumbres. Tomé cañas y tapas hasta que mi cuerpo aguantó. Me parece justo que La Pizzeria de Segovia fuera el local ganador por su originalidad.
Previo al disfrute tuve unas palabras con Rubén y Abel, uno concejal de IU, otro del PP, de dicha localidad. A ambos les pedí su dimisión inmediata. Antes les hice ver que no es algo personal, sino una exigencia particular debido al cargo público que van a ostentar.
Porque esa es otra. Como bien me dijo Juli de los Trankis, me había pasado. Este chaval me hizo reír cuando el sábado por la mañana me comentó que era un crack, que antes de que los ediles, anteriormente citados, tomaran el cargo, yo ya les había pedido la dimisión. La verdad es que tiene razón, y es que, a veces, hasta yo mismo me asombro de las cosas que digo y que hago.
También me llamó la atención la cantidad de personas que me comentaron que siguen esta sección. Unos me pedían que escriba sobre este o aquel tema, otros que les gusta esto o aquello, y algunos, los más sinceros, me dijeron que, a pesar de ser ideológicamente contrarios a mí, están de acuerdo en muchas de las cosas que aquí escribo. Tampoco faltaron los que apostillaron que les aburre mi egocentrismo.
Sin más, esperando que sigan el consejo de mi padre cuando dice que no hay que hacerme caso, y que es mejor dejarme, y que les guste y les disguste lo escrito, les dejo con:
“CUMPLIR AÑOS…
…es levantarse cada día sin dar el brazo a torcer para que a TODOS nos vaya lo mejor posible”.
Esta es la contestación que recibía todo aquel o aquella que tuvo la osadía de felicitarme el día de mi cumpleaños. Lo que se esconde detrás de ella es un enorme rechazo a valorar una fecha en concreto y olvidarse del resto. Lo que quiere dejar claro es que cada día de nuestra vida es crucial e importante.
La gente no entiende que haya personas que no celebran el día de su cumpleaños. No comprende que a algunos nos da absolutamente igual, y que no le damos la menor importancia. Entienden, aún si cabe, menos que no hagamos nada especial, y que no lo proclamemos a los cuatro vientos.
Pienso que festejar una fecha en exclusiva es el máximo exponente del borreguismo en el cual estamos inmersos. Significa, para mí, que el resto del año no es importante, al cual ninguneamos y no valoramos.
Mi familia, mis padres y yo, siempre hemos celebrado el querernos o matarnos el día que nos ha dado la real gana. También nos acordamos de aquellos que apreciamos cuando nuestro corazón nos lo indica y no cuando quiere el centro comercial de turno.
El mejor regalo que uno puede recibir es el amor verdadero. Y este se puede obtener en cualquier instante de nuestra vida por parte de aquellos que de verdad nos quieren. No hace falta que hacienda y la policía nos recuerden que, por ejemplo, el 7 de junio de cada año hay que llamar a Toñín, Antonio, Mono, Piedrax, Toñezno, Toni, o Cabrero, para decirle lo mucho que nos alegramos de que siga con vida y lo mucho que le queremos y apreciamos.
Para mí todos los días son especiales, y si hay alguno que realmente no me lo parece es el de mi cumpleaños. No me apetece nada responder preguntas hechas y escuchar las frases que marcan la costumbre y la tradición.
Yo cumplo años todos los días, todas las horas, y todos los segundos de mi vida, porque soy consciente de que en cualquier momento puedo desaparecer, morir, y dejar este mundo para siempre. Por este motivo, cada mañana, al despertar (casi siempre de mala leche) celebro el hecho de estar vivo y de hacerlo en las condiciones físicas y sociales en las que me encuentro.
Qué suerte levantarse, por ejemplo, un 20 de mayo, desayunar buenas viandas, ir a correr a la Casa Campo, volver a casa y darte una ducha con agua caliente, escribir el artículo de Libertalia, ver a los amigos por la tarde después de haber escuchado buen rock and roll, tomar unas cañas, y volver a un lugar donde te espera una cama reguardada por un techo. ¿No es para celebrarlo?
Qué mala suerte, por ejemplo, levantarse, un 5 de mayo, y ver que alguien querido ya no está. Comprobar que la vida es de verdad.Asumir que la muerte está cerca y hace daño. Para eso sirven las fechas y las celebraciones impuestas, para amargarnos la vida y hacernos pasar por el aro que sujetan las manos de los que mueven la rueda del sistema.
No dar el brazo a torcer es mi manera cotidiana de cumplir años hasta el día en que me muera. Es levantarse y no agachar la cabeza. Es denunciar todo aquello que no es justo y atenta contra los derechos humanos. Es ayudar a la gente que te rodea, se lo merece, y lo está pasando mal por el egoísmo de unos pocos.
El día que celebre mi cumpleaños y lo retransmita por face book habré dado mi brazo a torcer. Me habré convertido en lo que ellos quieren que seamos. Entonces no seré yo. Estaré vivo. Cumpliré fecha tras fecha. Tendré regalos. Pero, inevitablemente, habré muerto. En vida, pero muerto.