"Difícil caricia" y "Agujeros en la memoria"... por Yolanda Tejero

07.10.2015 18:46

"Difícil caricia" y "Agujeros en la memoria"

 

por M. Yolanda Tejero M

 

Hola a todos, vamos de nuevo con los estupendos relatos que nos trae nuestra colaboradora narrativa Yolanda. 

En esta ocasión, a falta de uno, van dos... y es que la calidad nunca está reñida con la cantidad. Es muy difícil decir tanto con tan pocas palabras...los de hoy, en concreto, nos invitan a la reflexión y, ante todo, son temas muy actuales que están a la orden del día.

Os dejamos sin más con este "coqueto" rincón...

 

Difícil caricia

 

Cuando amanece mi mujer sale a trabajar con la pequeña cosida a su espalda.

Me levanto y despierto a mi hijo. Cada mañana desde hace un año, Paulo me presta sus pequeñas manos.  Con ellas  y  su  ternura infantil,  despacio  me lava la cara y mis brazos inacabados.    Abrocha los botones de mi  camisa y los cordones de los zapatos.

Después me ofrece el humilde desayuno.  Con su atenta mirada, mientras se prepara para ir a la escuela, vigila mis gestos y se anticipa a mis demandas.

Ya no volveré a mi trabajo en Huambo.   Una mina me robó mi principal herramienta de trabajo,   se llevó mis manos para siempre.

El jefe del campo dice que han encargado unas manos nuevas  para mí,  que debo sentirme muy afortunado.  Seguramente tenga razón. 

Yo   solo pienso,    si mi hijo sentirá  mucho frío cuando le acaricie con mis nuevas manos de metal.

 

 

Agujeros en  la memoria

 

Tenía en la nevera sólo un yogurt  y estaba caducado. La mujer sujetaba la puerta, mientras el olvido  lo inundaba todo empañando la realidad.  A veces llamaban  al timbre y aparecían dos mujeres conocidas y en su mente se encendía la luz.  La vida casi volvía a la normalidad hasta  que anocheciendo, se ponían el abrigo  y se marchaban,  entonces la casa se llenaba de ausencia.  Mientras el tiempo se le  pasaba a trompicones su vida se desbordaba de  nada. La mujer necesitaba aumentar sus  dosis  de recuerdos que se le escapaban sin remedio cada día más deprisa.  En pocos meses  su cabeza y  su vida se quedaron vacías y se le  murió el alma.