Dos psicópatas desalmados... por M. Yolanda Tejero

21.09.2015 18:45
Hola a todos y feliz semana... Tal y como os comentábamos hace algunos días la idea del Blog es ir renovándose... poco a poco... Es difícil, la verdad, porque lleva muchísimo tiempo y en muchas ocasiones, ante la falta de información local, debemos agudizar el ingenio para poder ofrecer unas secciones lo más variadas posibles. Mientras esto llega... que llegará, Pb Agujúo siguiendo su política de apoyar cualquier talento cultural que ante nosotros se ofrezca y, sin mirar procedencia de aquel que colabora, faltaría más, os trae un poquito de literatura, en todas sus vertientes, desde relatos a poemas, sacados de una genial y anónima compañera llamada Yolanda, getafense de corazón, ciudadana del mundo como diría Toñín por circunstancias de la vida, que desde su punto de vista muy íntimo y personal nos dejará su calidad en el arte de escribir cada 10 días aproximadamente... es decir, un poquito cuando ella quiera y la venga inspiración, por supuesto... que el talento se tiene, pero como las olas, va y viene. 
 
Para comenzar su periplo colaborador con Pb Agujúo, nada mejor que un mini-relato, seleccionado para diversos fancines locales en Madrid, donde podréis observar, a la vez que degustar, lo dificultoso que entraña este tipo de literatura... ya que es muy complicado atrapar al lector en tan pocas palabras.
 
Por tanto, bienvenida Yoli a este humilde blog, estamos seguros de que tus escritos harán las delicias de nuestros lectores. 
 
Y ahora sí os dejamos con...

 

 

 

"Dos piscópatas desalmados"

 

por Yolanda Tejero Marentes
 
 
 

 

 

 El

 

La banda sonora de mi vida la formaban el llanto sordo de las mujeres en la noche y el silencio a voces cuando no despertaban  por la mañana.

 

Han pasado ocho años desde la primera vez que te vi. Fue  en aquel mugriento bar cerca del despacho. Eras  una chica gris, como tu vestimenta, de los pies a la cabeza, traje marengo, zapatos negros, bolso a juego. No tenías ni una sola nota de color. Tu aspecto, serio,  tus ojos amenazantes, tu voz ronca, tu pelo castaño de rizos tristes enmarcando el rostro anguloso. Tu nariz generosa, protagonista del conjunto, hacia ignorar la boca insignificante. Tu  cuerpo era delgado, sin curvas insinuantes,  ni rectas  provocadoras.
 
 

                                                                                              

¿Qué me hizo girar la cabeza y cruzarme con tu mirada punzante? Si,  fue aquel primer gruñido cuando viste tu abrigo empapado de café con leche. Mis torpes reflejos no pudieron evitar que el líquido se derramara encima. Me quedé estático,  sin saber que decir ni  que hacer… Me volvió la rabia ante la impotencia de no actuar a tiempo. Esa rabia sorda que me ciega y no me deja pensar…

 

Mi  mirada se quedó enganchada de tu aspecto firme, hosco y decidido…

 

 

 

Ella

 

Siempre fue así,  el sonido ágil del despertador me arrojaba de golpe a un día nuevo en el que yo me empeñaba en alcanzar un poco de perfección. …y ocurría que alguien insignificante con su estupidez interrumpía el proceso.

 

En aquel sótano oscuro de ventanas opacas y sesenta empleadas poco brillantes, transcurría mi jornada laboral. Intentaba sacar el máximo partido con escasas herramientas  a las desgraciadas que me miraban algunas con espanto. Otras apretaban dientes y puños  mientras les imponía nuevas tareas o les criticaba duramente su labor. Sesenta tele-operadoras que debían vender lo ya invendible y una supervisora que tenía que explicar a sus jefes como lo conseguiría…y justo ese día el aturdimiento  permitió que tu café con leche se estrellara en mi abrigo recién llegado del tinte.

 

Me volví con toda mi furia desbocada  y te descubrí los ojos con el susto congelado en tus pupilas, tu boca contraída paralizando palabras incapaz de pronunciar. Tu aspecto  apocado, tu necedad  y tu camisa recién planchada me robaron un hilo de blandura.

 

El

 

Me exigiste el abrigo limpio en un par de horas. Lo llevé al tinte rápido. Te llamé, volví a escuchar tu voz ronca y decidida. Me colgué nuevamente de ese sonido hosco.

 

Recuperaste tu abrigo y sin saber cómo, se sucedieron las mañanas compartiendo desayunos. A las mañanas le siguieron las tardes y tu actitud mandona colocó a continuación las noches. Yo lo dejé pasar. Mi empleo no me permitía alquilar un piso. Estaba cansado de las quejas y preguntas de mi madre. Tú piso gris y tus órdenes  me amodorraron  la vida.  Trasladé mis costumbres y mis trastos a tu casa. Cambiaba de empleo a menudo  y tú ira aumentaba. Tal vez confiaste que alguna vez prosperaría. A veces conseguías engañarte,  tú sola, tú, la mujer dura a la que todos temen…nadie te prometió nada. Insultabas, gritabas, ofendías y yo no te oía nunca…

 

Tus reproches, tus agrias amenazas…eran como lluvia caída en torrente yo no te oía nunca… Utilizaba tu piso gris  y te odiaba, te odiaba mucho. Sin ningún rencor, yo solo te odiaba… Desde el principio, te odié.

 

Contigo la rabia sorda volvió a despertar y yo no la pude contener… Me volvió esa tormenta que me enajenaba  y me obligaba a urdir, queriendo a sabiendas y sin arrepentimientos, yo urdía cosas….tu no tenias ni idea….de lo que era capaz de hacer.

 

 

 

Ella

 

Te deseaba, porque me temías. Todo lo demás que procedía de ti me era indiferente, a veces incluso me repugnaba. Te sentía muy por debajo de mis objetivos. Yo no tenía tiempo para buscar un tipo mejor, seguramente ni existiera uno lo suficientemente bueno. Mejor un estúpido en mano que ciento volando. No creía en el reloj biológico, ni falta que hacía. Ascendía en mi trabajo y estaba mejor visto acudir a los compromisos de empresa con un abalorio de la mano. Eso eras para mí un complemento más a usar en mi vida.

 

Sin ningún complejo, lo siento y lo digo: humillarte en casa era muy necesario para mí, pero en las cenas o en los almuerzos era aún mucho más excitante. Tus ojos seguían con ese susto congelado, esa  tartamudez enojosa…  y yo devorando  todo esto con un regusto de desdén.

 

Al día siguiente volvía a persuadirte con falso cariño que todo eran figuraciones.  Yo solo tenía un carácter fuerte. Te daba un día de tregua y volvía a mi sistema de derribo.

 

 

 

El

 

Por la mañana pasó el afilador anunciando con su flauta, dejando escapar esa cancioncilla de muerte, recordándome afilar los cuchillos esos  que cortando hieren de muerte,  alma y cuerpo.

 

Por la noche te acompañé  a una cena de compromiso. A los postres te cebaste en insultarme, desde el afecto y la ternura, si ... Todos me miraban regalándome conmiseración.

 

Y me  volvió la rabia… y era muy fuerte,  yo no quería contenerla. En la mesa una de tus empleadas  no dejaba de mirarme y yo la elegí a ella. Decía que me entendía… Yo no la escuchaba

 

En un rincón oscuro al lado del almacén del restaurante,  la dejé hablar un poco más. Con un arrebato de romanticismo fingido  la tapé la boca y los ojos, desplegué el delantal de plástico fino y  con un cuchillo bien afilado la atravesé el corazón. Luego seguí  probando su filo  en otras zonas de su cuerpo. La arrastré al almacén y la metí en una cuba.

 

Así terminé con ese sufrimiento inútil de empleada sumisa.

 

El afilador volvía y yo le entregaba mis cuchillos. Tú seguías atizando mi paciencia con refinados desprecios y yo seguía buscando muchachas insulsas para calmar mi rabia.

 

Ellas se dormían con un llanto sordo de boca tapada, mientras yo hundía mi cuchillo atravesando su corazón y fileteando su alma.

 

Con las voces de su silencio mi rabia se dormía de nuevo y yo no me arrepentía de nada.

 

Ella

 

Cada día que pasaba  tu actitud me incomodaba más. Tu mirada se volvía torva. Algo escondías. Ser estúpido, sin alicientes ni ambición, cada empleo te duraba un poco menos que el anterior.  Al abrir la puerta siempre la misma composición: tu cuerpo lánguido y fofo tumbado en el sofá. Las latas de cerveza aplastadas por el suelo,  mi odio creciendo, mi deseo menguando, mi cabeza maquinando…

 


 

 



Leer más: https://pb-agujuo.webnode.es/el-rincon-de-yolanda/
Crea tu propia web gratis: https://www.webnode.es