El retorno del mono... por Antonio Cabrero Díaz
Hola amiguitos y amiguitas de PB Agujúo.
Aquí estamos otra vez, ahora también en tuiter, ¿eh?, para recordarles que NO VOTEN al PP, ni a Ciudadanos, en las próximas elecciones generales. Ambos quieren que todo siga igual, y que la desigualdad continúe creciendo. Tampoco VOTEN al PSOE, porque son más de lo mismo. Vamos que NO VOTEN, si acaso a los iluminados de Podemos, que son los que dicen que van hacer lo que toda persona honrada haría, luchar por la justicia social.
En el ámbito personal y social hagan aquello que les guste. Es evidente que se van a morir de todas formas, pero a lo mejor lo hacen con una sonrisa en la cara. No se preocupen de lo que piensen los demás, y mucho menos tengan miedo al rechazo de la uniformidad. Recuerden que cuanta menos gente les hable menos problemas tendrán.
Qué malo es hacerse viejo, con lo bien que estaba uno cuando era joven. Los años pasan y el cuerpo y la mente lo acusan. La mejor manera de llevarlo es seguir el camino de la personalidad, aspirando a lo que solo uno quiere ser.
Sin más, esperando que les guste y les disguste lo escrito, les dejo con:
EL RETORNO DEL MONO
“Hay que ver con que poca cosa eres feliz”. Frase que me lanzó mi colega Jose cuando me trajo las nuevas zapatillas de correr. Los colores, negro y un poco de amarillo, invitaban a que me las enfundara. Una gozada sentir de nuevo esa amortiguación en tus pies. Alguno puede pensar que soy un “raro”, pero lo importante es que el cuerpo sufra lo menos posible, y ahí no escatimo en gastos.
Un par de días en el Parque Aluche, al cual por fin le van a poner el nombre que todos queríamos, retirando el del ministro asesino franquista, fue el previo para acudir a un sitio que tenía más de dos meses abandonado, ¡El Bosque!
El día llegó. Salí de casa, enfilé la cuesta abajo, luego la cuesta arriba, y en un momento allí estaba de nuevo. Las sensaciones se mezclaban. Mi cabeza sufría interferencias de felicidad, y mis piernas estaban dando alivio a la resaca del domingo.
Una vez dentro volví a recordar cual era mi lugar y cual será mi destino final. Qué mejor sitio para desaparecer eternamente que aquel que te hace flotar en el espacio, sin necesidad de tener alas u objetos mecánicos.
Aunque no me crean noté como los árboles a mi paso me saludaban. Movían sus ramas como recriminándome el hecho de llevar tanto tiempo sin visitarles. Yo en un además de responderles, y utilizando el lenguaje de los Ents, también hacía gestos con mis brazos y manos para explicarles que una inoportuna lesión me había apartado de ellos.
Las hojas caían a modo de confeti de bienvenida. Los troncos se doblaban de la risa que les provocaba mis torpes expresiones, y, finalmente, sus terminaciones arbóreas me aplaudían, a la vez que me mandaban aire para que la carrera se me hiciera más ligera.
Los animales salieron de su escondite y me recibieron de la misma manera. Canciones que otros identifican como ruidos, y carreras de árbol en árbol, con el objetivo de dibujar en el cielo su contento azul al comprobar que no me había pasado nada malo, ocuparon todo el espacio.
Para todos los moradores de la Casa de Campo era un motivo de satisfacción que el hijo pródigo hubiera vuelto. El retorno del Mono suponía recuperar el equilibrio. Ya no habría suciedad en el suelo, ni las plantas sufrirían daños, y ninguno volvería a estar triste, porque él con su lenguaje mudo volvería a traer el silencio.
Lo malo de esta vida es que todo lo bueno se acaba pronto. La vuelta es lo peor que le puede pasar a uno después de haber iniciado una ida maravillosa. Es muy duro dejar atrás el otoño y sus colores, esos que nos hacen sentir bien.
Hay que mirar el lado bueno de las cosas. En este caso lo hay. Es bueno ver al otoño del buen tiempo, pero es mejor regresar y encontrarse con el otro otoño, el frío. Ese que dibuja figuras escuálidas y colores apagados y discretos. Ese que hace que el corazón del mono coja fuerzas para continuar luchando, para que un día el planeta sea, de nuevo, de los simios.