El sonido del agua... por Antonio Cabrero Díaz

17.02.2017 00:00

Hola amiguitos y amiguitas de PB Agujúo

(EL QUE QUIERA SABER QUE VAYA A LA ESCUELA)

Aquí estamos otra vez para recordarles que se acerca el carnaval. Aunque me da la sensación de que vivimos en un carnaval constante. No hay nada más que ver los congresos de los partidos que mas apoyo popular reciben,  PP y Podemos, del último fin de semana.

Los de Podemos han pasado de mamarrachos a murga de Cádiz. Qué mal tendría que estar el país para haber votado a estos exterminadores de la casta. Nunca he notado diferencias entre estos sujetos circulares y los demás elementos del circo político.

El PP, sin ningún tipo de debate y utilizando el “dedazo”, puso, y corroboró, a Mariano Rajoy al frente. El peligro viene de esa loba con piel de cordero que es Cristina Cifuentes, que poco a poco va escalando para optar a ser presidenta del partido en Madrid.

Como pueden observar los unos, los de izquierdas, y los otros, los de derechas, solo tienen un objetivo en mente, alcanzar los órganos de poder en sus partidos para luego alcanzar los órganos de poder del estado. Los problemas de los ciudadanos, por muchas pegatinas y palabras altisonantes que utilicen, les tienen sin cuidado.

Sin más, esperando que les guste y les disguste lo escrito, les dejo con:

 

 

EL SONIDO DEL AGUA

 

 

Anuncian que una borrasca se cierne sobre la península. El agua va a ser protagonista toda la semana. Lo que para muchos es un fastidio para otros es una bendición. No me refiero a los que viven en el campo. Estoy hablando de los que viven en la ciudad.

Me encuentro en la cama y no quiero dormirme. Oigo el chapoteo de las gotas de una intensa lluvia que chocan y se deshacen contra el tejado y las ventanas de mi casa. Es muy relajante, y me siento tan cómodo que no quiero que el sueño me prive de este placer de seguridad y bienestar.

En esos momentos me acuerdo de la suerte que tengo. Esta lloviendo y no me mojo. Es un privilegio optar a una de las cosas básicas de la vida, junto con el comer y el beber, el resguardarse de las inclemencias del tiempo.

Otros lamentablemente no pueden decir lo  mismo. Aunque tengan un toldo que les protege no tienen casa ni destino, y viven en un limbo legal que les deja a la intemperie. No hace falta que construyan un muro en América para ver lo absurdo que es el ser humano porque lo tenemos muy cerca.

Solo hay que cruzar el estrecho y llegar a las ciudades africanas de Ceuta y Melilla. Un amplio muro provoca que miles de ciudadanos del mundo se mojen y no tengan acceso a un impermeable que pueda resguardar sus derechos del aguacero.

Nunca llueve a gusto de todos. Últimamente el gusto por el agua va por barrios. Nos gusta mojarnos en la playa en verano. Nos encanta mojarnos cuando nos zambullimos en la piscina de nuestra comunidad de vecinos. Pero no nos gusta nada mojarnos en asuntos ajenos a nuestra vida perfecta.

Es inevitable que cuando llueve me acuerde de los que peor están. Me siento culpable por el hecho de tener techo con aislante que me tapa  y no me deja ver el lado oscuro de la vida, mientras otros están tirados en el suelo ahogándose en un charco de injusticia.

Lo bueno que tiene que llueva es que se limpia la suciedad. Lo malo que tiene es que si el agua es abundante puede arrastrar los últimos suspiros de la memoria. En ambos casos nosotros contamos con paraguas, más bueno que malo, que nos ayuda, mal que bien, a superar el temporal.

Ya esta bien. No se aprovechar el momento. Hay que ser positivo.  Y es que los que dicen que solo veo lo negativo tienen razón. Me voy a concentrar en el sonido del agua y me voy  a trasladar mentalmente a un charco, rodeado de una excelente vegetación, en una pronunciada garganta de una sierra cualquiera.

Me encuentro muy bien. La materia ha dejado libre al espíritu. Mi cuerpo esta levitando y con cada “chap” siente un pellizco de alegría. Mi mente esta en blanco. El muro esta presente a través de la tormenta. A un lado se puede distinguir la figura de los ricos, tienen paraguas, y al otro la de los pobres, que alzan la mano solicitando ayuda porque el agua les llega hasta el cuello.