Hacer lo que nos gusta... por Antonio Cabrero Díaz

27.06.2014 00:00
Hola amiguitos y amiguitas aquí estamos otra vez.
 
Desde PB Agujúo pedimos fervientemente que de una vez por todas acaben de bombardearnos con el tema de la monarquía. Suplicamos que no nos repitan continuamente lo buenos que son todos los Borbones (bobones para Paco Luna). Esta campaña pro monárquica esta siendo más efectiva para acallar al ciudadano que la propia ley de seguridad.
Nos rendimos. Aceptamos la derrota por agotamiento. Nos comprometemos a no pedir un referéndum para que el pueblo elija a su jefe de estado libremente, porque otro mes más hablando de lo mismo nos invitaría a practicar el suicidio colectivo.
Estamos dispuestos a olvidar que Juan Carlos eliminó a su hermano, y que envió a su padre a Portugal. También borraremos de nuestro recuerdo que le puso Franco a dedo, sin un duro, y que ha terminado con tal cantidad de millones de euros que ni dios sabe. Todo esto con tal de que nos dejen en paz de una maldita vez.
Admitimos que Felipe es el nuevo jefe y que a su padre le aforen para que nadie pueda pedirle cuentas de todo el  dinero que supuestamente haya robado, o lo implicado que hubiera estado en el golpe de estado de 1981. También asumimos que su yerno es un chorizo, y que la infanta es cómplice, pero que tienen todo el derecho del mundo a vivir en Suiza subvencionados con el dinero de todos nosotros porque todos hemos cometido errores alguna vez.
Les perdonamos todos los desmanes cometidos a lo largo de nuestra historia. Y nos olvidamos de nuestras reivindicaciones republicanas con la condición de que nos dejen de dar la tabarra de una vez. Y es que la situación esta llegando a un punto que no hay cristo que lo aguante. ¡Por favor! paren de darnos la matraca, y sus siervos les estaremos eternamente agradecidos.
Sin más, esperando que les guste, o les disguste, les dejo con:
 
HACER LO QUE NOS GUSTA
 
Una señora que es ministra, y cuyo marido esta imputado por un delito de corrupción, dice que no ha cometido falta alguna, que no sabía de los negocios del que entonces compartía vida en pareja con ella, el cual iba en jaguar, y le proporcionaba todo aquello que sus ingresos no podían permitirles.
Esta mujer ha afirmado con rotundidad que no piensa dimitir y que continuará con la cartera de sanidad. Por otro lado en una ciudad como Madrid solo hay un médico dermatólogo de urgencias para todos sus hospitales. Un ejemplo más de como los recortes están afectando a la salud de los ciudadanos pero no a los intereses de los políticos que aplican medidas.
Esta descarada, por no ser muy descortés, si tuviera algo de vergüenza hace meses que debería haber presentado su dimisión irrevocable, y no sólo por haber sido cómplice de un enriquecimiento ilegal, sino por su contribución a que nuestro sistema sanitario se vaya debilitando a marchas forzadas.
La táctica esta muy clara y las cartas al descubierto. Si no hay médicos, ni enfermeras, ni medios, y cada mínimo achaque que sufra nuestro cuerpo tarda meses en ser observado, que no curado, nos veremos obligados a tomar la penosa decisión de hacernos un seguro médico privado.
Esto nos demuestra una vez más que el dinero que recaudan de una manera arbitraria y nada justa va en beneficio de unos pocos y no de la inmensa mayoría. Recordándonos que el nombre de Felipe VI no es un dato histórico del medievo, y si que representan el hecho de que se sigue ejerciendo la misma opresión hacia el pueblo en el siglo XXI que a lo largo de nuestro pasado más remoto.
El ciudadano medio de estos detalles apenas se apercibe. Esta más ocupado en aplaudir a unos tipo que visten en pantalón corto y van detrás de un balón, en conformarse con ser un poco más que el vecino que tiene al lado, y en ponerle verde en cuanto se da la vuelta.
Este fenómeno, el de poner verde a la gente, sigue llamándome la atención poderosamente. Es una cosa que no acabo de entender y no se porqué se continua haciendo. No le veo explicación alguna que no sea el afán por competir y los peores instintos que aviva la envidia.
Un ejemplo simple es cuando un compañero te habla mal de otro, y te describe lo mala persona, lo interesado, y lo trepa que es. Tú sin decir palabra, pues no eres de creerte una sola versión, asiente y esperas a que termine una conversación que se te hace eterna porque ni te interesa ni te entretiene.
Pasados unos días te encuentras al criticado y al que le criticaba entablando un diálogo artificial y más que forzado, en donde el que le ponía de vuelta y media le esta preguntando de manera sincera  e interesada por la salud de un familiar. ¿Ustedes entienden algo?, yo nada, es más, flipo en colores.
A mí si alguien me parece poco recomendable, sin desearle mal alguno a él y a los suyos, no le ofrezco nada más que el mínimo saludo que la buena educación exige. No hago frases largas, y mucho menos hablo con él de cosas de su vida privada, la cual de ninguna manera me interesa.
Ante este ataque repetitivo hacia nuestros derechos elementales que por ley nos pertenecen, y ante la falta de sinceridad  y la falsedad reinante que ofrece una sociedad podrida en valores, mi escudo de defensa es hacer todo aquello que me gusta.
Hace no mucho me pedía asesoramiento físico una compañera, me preguntaba como debía empezar a correr, Quería hacerlo por lo menos tres veces a la semana. Yo la contesté haciéndole una pregunta, qué si le gustaba correr. Ella me contestó que no, pero que se veía mal físicamente y quería ponerse en forma.
Fui enumerándola otros deportes o actividades que fueran de su agrado, porque soy de los que creen que hay que practicar deporte porque a uno le gusta y no por intentar alcanzar los cánones anatómicos que dictan los centros comerciales  y las multinacionales del ejercicio. Nada le hacía especial ilusión.
Sin pensármelo dos veces la pregunté que si le gustaba tomar cañas y estar de juerga. Me dijo que le encantaba, pero que le extrañaba que yo, dedicándome profesionalmente a ese apartado, le pudiera plantear es cuestión.
Sin dejarle seguir la dije que si lo que realmente le gustaba era tomar cañitas con las amigas, pues que las tomara porque eso le iba a hacer más feliz que correr todas las maratones del mundo.
Mis argumentos se rigen por la lógica. Bastante triste es esta vida, y tan difícil nos la ponen, como para que pudiendo pasarlo bien seamos tan estúpidos de pasarlo mal, haciendo cosas que nos nos gustan y no tenemos ninguna necesidad, por el hecho de tener una imagen o adquirir objetos que con el tiempo dejan de ser útiles.
Contradiciendo a las más famosas universidades (incluida la de Wisconsin) que hay repartidas por el planeta creo que hay que hacer lo que nos gusta. El que quiera tomar cañas que las tome, la que quiera comer queso curado que lo coma, el que quiera estar todo el día tumbado pues que se tumbe, y la que quiera estar todo el día leyendo pues que lea.
No tengo ninguna duda de que la felicidad que produce el hecho de hacer lo que uno quiere libremente alarga mucho más la vida que la dieta más sana del mundo, aparte de que es el mejor antioxidante contra la estupidez y la tontería.