Hoy no hay articulo... por Antonio Cabrero Díaz

26.09.2014 00:00

 

Hola amiguitos y amiguitas de PB Agujúo, aquí estamos otra vez.

Esta semana el ínclito Gallardón nos ha hecho un favor a todos y ha presentado su dimisión. Los motivos se nos escapan. Los medios y los políticos son como las onzas de chocolate, nunca nos cuentan la verdad de las cosas.No tendría ni tinta ni hojas suficientes para escribir el mal que este personaje ha causado a la ciudadanía en general. Lo único que puedo decirles es que es de lo peor que ha pasado por el mundo de la política y que es lo más malo que nos podía haber tocado sufrir. No se crean que se marcha y se va al paro. Un individuo que no ha trabajado en su vida y que ha tenido todo tipo de lujos seguirá disfrutando de su elevada posición, como casta que es, en un puesto de relumbrón que le habrán reservado sus ricos amigos como premio a los múltiples servicios prestados. Sin amargarles más, esperando que les guste y les disguste, les dejo con:

 

HOY NO HAY ARTÍCULO

 

Me siento delante del papel y una vez más no se me ocurre nada. Me asaltan miles de ideas, cientos de imágenes, pero nada lo suficientemente importante como para escribir sobre ello. Me levanto y salgo al balcón. Tengo mala suerte, esta lloviendo y no puedo atisbar en el horizonte la bella Sierra de Madrid. Hoy si que veo que va a ser del todo imposible. Lo intento y me decido por los políticos. No, mejor hablo del otoño y sus colores. La palabra repetido se va hinchando como un chicle que sale de la boca en forma de globo. Me estalla en la cara y me hace bajar la cabeza sin que los brazos tengan la oportunidad de sujetarla. Giro el cuello hacia el lado izquierdo y veo un desconchón en la pared que bien podría ser el interior de mi cerebro. Me viene a la mente el día anterior. No se si contar lo que me pasó en el trabajo. ¿A quién le puede interesar mis frustraciones y sufrimientos? No se como explicar a través de las letras lo que padece mi frágil sensibilidad. No encuentro una palabra que refleje la angustia que me invade cuando no quiero hacer cosas que no me gustan. Lo voy a dejar. No me salen los sustantivos, que parece que estén en guerra fría con los adjetivos, y que se ponen de acuerdo de una manera silencio a la par que sibilina. El músculo más potente me hace erguirme. Mis lumbares me ayudan a ir en busca de la música. Ella me tiene que inspirar. Como mal menor seguro que me hará disfrutar haciendo que mi corazón lata al compás del ritmo. Bailar no es lo mío pero puede aproximarme a la felicidad que provoca el movimiento. Escucho el estribillo de una dulce canción que viene a decir que los inmigrantes tienen mucha prisa en ver lo que hay al otro lado. Me los imagino descalzos, ahogados por el miedo, a bordo de una barca a la deriva, o encima de una valla con cuchillas afiladas. No se me ocurre pensar en que la mayoría viene en avión y entran por los aeropuertos tranquilamente. Tengo dudas que descubren que no sé bastante del tema como para llenar tanto espacio. No puedo ocupar la portada de un blog diciendo que quiero un mundo donde quepan muchos mundos. Lo veo todo blanco y no miro a la hoja de la mesa. Estoy tumbado en el suelo mirando el techo. Observo como la materia se difumina y describe un retrato del planeta oculto para mí hasta ese momento. Son los polos que se derriten y yo soy testigo de ello. El blanco duro y frío se va ablandando y es envuelto, poco a poco, por un azul elástico y denso. Se me ocurre que la solución pasa por el ahorro energético. Se me ocurre pero no lo escribo. Una cara vegetal es la que a continuación me mira. Una manzana, una zanahoria y un melocotón. Me vigilan desafiantes y yo solo veo un rostro. Los mismo es trasgénico el señor en cuestión. Me quedo parado y no me atrevo a mencionar el negocio que hace la industria alimentaria. Doy un manotazo y desarmo la idea. Tengo hambre y doy cuenta de ellos, que ese era en principio el objetivo del encuentro, mi merienda. Noto que no estoy solo. Miro atrás pero sólo veo carteles reivindicativos pegados a la pared de la cocina. Ese muro que a veces separa las vidas de unas personas y otras. Hay algo oculto que ejerce una presión sobre mi nuca. En el servicio descubro quien es. Es el espectro de las sonrisas falsas de aquellos que no tienen dignidad ni principios. Es espíritu de aquellos que hablan mal de alguien pero que cuando le tienen delante no solo no le dirigen la palabra sino que le lanzan sonrisas encantadoras, de serpientes más bien. Al apagar la luz se apagan también las imágenes, y vuelvo al inicio, me quedo sin tema para el artículo del viernes. Lo he intentado todo, pero me ha sido imposible. Tenía tantas cosas que decir y no he podido hablar de nada. Lamentablemente el título de mi sección tendrá este encabezamiento, "hoy no hay artículo". Dejo el folio. El mundo sigue como antes de que yo estuviera delante de él. Lo seguiré intentando, por mí y por todos los que luchan por encontrarle un sentido digno a esta injusta vida. Con un poco de suerte, después de haber disfrutado unas cañas esta noche, por la mañana, antes de irme a trabajar, entraré en la habitación de pensar y me encontraré, por arte de magia, la hoja llena de letras y palabras que digan algo que pueda interesar, o que hagan pensar, o que incluso hagan reír en vez de llorar.