La niña rara... por Antonio Cabrero Díaz

15.04.2016 00:37

Hola amiguitos y amiguitas de PB agujúo.

Aquí estamos otra vez para recordarles que los adverbios de lugar son muy útiles para expresar lo que lleva uno dentro, y sacarlo sin ningún complejo hacia fuera. No pasa nada por reconocer que somos humanos y tenemos muchos más miedos que debilidades.

Los que vivimos en este mundo global y comemos todos los días tenemos la desgracia de que nos tomen por tontos. Desde el fútbol, en donde todo esta perfectamente calculado, hasta la política, en donde todo esta fríamente orquestado, nos comen la cabeza de tal manera que creyéndonos libres deambulamos por rutas marcadas por la opresión y la dominación.

Lo último que he tenido que ver es que una cadena de televisión se erija como defensora de los derechos sociales. La emisora seis ha cumplido diez años. Su finalidad no es decir la verdad de las cosas, ni luchar por la justicia social, es, simplemente, que sus accionistas mayoritarios ganen el máximo de dinero posible.

Mi tío, un tipo “raro”, se iba al campo a lo suyo, argumentando que los políticos nada le iban a resolver. Su sobrino, años después, un individuo “raro”, se va la Casa de Campo a lo suyo. Una vez rota la rutina de no votar, y hacerlo en las últimas elecciones, si hay una próxima convocatoria voy a aplicar el mismo criterio.

Sin más, esperando que les guste y les disguste, les dejo con:

 

LA NIÑA RARA

 

Los cuentos y las grandes aventuras siempre están protagonizados por personajes del sexo masculino. A nuestra protagonista esto no le importaba, pues admiraba la creatividad y la belleza, viniesen de las manos y mentes de quien viniesen. Pero al que va a escribir sobre ella si le importa que no se resalten las cualidades de personas como ella.

Esta niña era de lo más natural pero “rara”. Por más que sus compañeros la intentaban convencer de los avances de la tecnología ella no hacia ni caso. Todo el día recordándola que la ciencia acabaría con las tradiciones más milenarias le producía hastío y cierta nostalgia de un futuro prometedor que se escapaba de sus manos.

No tenía ordenador. No quería teléfono desplazable. No entendía que la gente contara su vida y menos a través de una pantalla. Tenía lavadora y concina, y, cómo no, calefacción. Pero había renunciado al microondas, al lavavajillas, y al aire acondicionado.

En el campo era feliz. Las flores le descubrían colores que jamás podría disfrutar con un videojuego. Los pájaros le acercaban a sonidos que ningún MP3 podía mejorar. Y las estaciones del año le transportaban a escenarios que ningún aparato con plasma le podría descubrir.

Era educada con la gente que le rodeaba. No interrumpía conversaciones ajenas, y escuchaba antes de hablar. No preguntaba a nadie sobre sus asuntos personales, y solo aconsejaba si previamente se lo habían pedido. La intimidad era para ella una palabra que bien merecía un derecho.

No sisaba en la compra. Si el que le vendía un producto le daba las vueltas de más no tenía reparo en corregirle. Pagaba impuestos infantiles para que todos tuvieran buena educación y buena sanidad. Arreglaba los desperfectos que otros ocasionaban sin mirar para nada su culpabilidad en los hechos.

Las papeleras la querían. Los cubos de basura sabían muy bien que nunca se equivocaba a la hora de elegirlos. No hacía falta que ninguna autoridad pública le recordase sus deberes como buena ciudadana, solidaria y ordenada.

Por todos estos motivos y muchos más era considerada “rara”. Muchos decían de ella que se comportaba así para llamar la atención, que no hacía las cosas por el bien común, y sí por destacar. La acusaban de querer ser distinta porque ante tanta honradez y saber estar no sabían que reprocharla.

Es una niña “rara” pero para mí es muy normal. Lo más coherente sería que todos y todas intentáramos cuidar nuestro entorno, y a los demás, como queremos que nos cuiden a nosotros. Esta niña es una maravilla. Si te acercas a ella podrás comprobar que su cara, sus labios, sus ojos, se parecen mucho a los de otra niña ya desaparecida, LA BUENA EDUCACIÓN.