La noria... por Antonio Cabrero Díaz

08.09.2017 09:44

Hola amiguitos de PB Agujúo.

Aquí estamos otra vez y esperemos que no sea la última. No está claro que nuestro querido planeta salte un día por los aires. Korea del Norte está probando misiles que superan con creces la potencia de la bomba de Hirosima. No sabemos nada de los que lanzan Estados Unidos y sus amigos de Asia y Europa.

Media España está sin agua. La sequía está pegando duro pero no oigo a nadie hablar sobre el tema. Las grandes capitales tienen de sobra y esto es lo importante. Los pueblos, a los cuales no llega ni el correo, que se busquen la vida con camiones cisterna. Son solo cuatro gatos.

Trump quiere echar de “su país” a los inmigrantes latinos que están acogidos en “santuarios” que les protegen de la deportación. Si Obama echó gente este va hacer lo imposible por superarle. No se le pueden poner puertas al campo y muros al cielo.

A los que sabemos que esto no tiene solución nos queda el consuelo de las fiestas del Cristo. No hay nada como cuatro días de juerga para olvidar las cosas malas que pasan en el mundo y que se nos presentan en capítulos como si de una serie de ficción se tratase.

Sin más, esperando que les guste y les disguste, les dejo con:

 

LA NORIA

 

Voy dentro de un vagón de metro. Puedo ver a través del cristal como unas cuantas personas se lo pasan en grande en el Parque de Atracciones. Dan vueltas en una noria horizontal que gira sin parar. Los gritos de felicidad se pueden oír a kilómetros de distancia.

Pienso, mientras escucho el “runaway”, lo estúpido que es el ser humano para tener que fabricar un armatoste metálico para entretenerse. Es un poco absurdo meterse en un terreno vallado,  y subir y bajar de atracciones que su principal función es revolverte el estómago y marearte.

Un sonido agudo me despierta de mis cavilaciones. Un mensaje de una amiga me recuerda que debo escribir en El Agujúo porque eso le alegra el día. Caigo en la cuenta que todo lo escrito no es muy alegre, pero tampoco es triste. Diría que es curioso.

Una vez dentro de mi centro de trabajo, durante el recreo sin niños, voy a desayunar con mis compañeros. No me motiva estar con tanta gente. La culpa no es suya, es mía. Los profesores nunca han sido santo de mi devoción. Que frase hecha más absurda.

Me tomo una caña, que es lo que mejor sienta a las once de la mañana, y un pincho de tortilla, que es de las pocas cosas que puedo comer por el hecho de tener alma y conciencia. Intento no hablar de ningún tema relacionado con el trabajo. Me centro en la figura geométrica que forma el grupo. Sin ninguna duda es circular.

Me viene a la mente, dada mi incapacidad para atender, un colega que tiene un hermano enfermo. Tengo claro que todo va a ir bien, pero el hecho me recuerda lo vulnerables que somos, y lo solo que me he quedado en lo que a seres queridos se refiere. Por este motivo los “súper”  problemas de los que me rodean me parecen ridículos.

“Cuando la persona que has querido se muere la sensación más que de tristeza es de un vacío que esconde soledad”. Es el mensaje que mandé a una compañera para explicarle porque estaba tan triste por haber perdido a su padre. Ahora la próxima en cuidar, por edad, será ella.

No hay nada más desesperante que no poder volver a ver a alguien nunca más. No hay nada más aterrador que saber que eres materia, que vas a desaparecer y que dejarás de existir para siempre. El miedo a lo desconocido es invencible.

Quizás sí que haya algo peor que todo lo escrito anteriormente.  Estar dentro de una noria sujeto en el asiento por un arnés, trazar un recorrido previamente marcado, no poder salir de él, hacer todo lo que hacen los demás, y ser lo que se  espera de ti, es mucho más agobiante y terrorífico que la más infernal de las eternidades.