Lo bueno de los malos momentos

12.09.2014 00:00

Hola amiguitos y amiguitas de PB Agujúo, aquí estamos otra vez. La Botella nos da una alegría y no se presenta a un puesto que cogió sin que nadie se lo diera. Como se habrán visto los de su partido para no dejarla presentar su candidatura. La que venga o el que venga será más de lo mismo, un saqueador compulsivo. Los políticos siguen mintiendo y la gente creyéndolos. Contra esto nada se puede  hacer. Tenemos lo que nos merecemos. Así que ante la injusticia personal toca aguantarse por defender a aquellos que provocan nuestro mal. Sin más, esperando que les guste, y les disguste, les dejo con:


LO BUENO DE LOS MALOS MOMENTOS


En situaciones difíciles y complicadas siempre intento mantener la calma y sacar lo positivo, una vez haya pasado lo peor, de aquello que nos duele y hacer daño. Cuando un ser querido enferma o muere nos causa un malestar y una preocupación que la mayoría de las veces nos hacer perder el norte y entrar en una tristeza y un pesimismo sin vuelta atrás, que incluso nos puede sumergir en una profunda depresión. Tu padre está en urgencias a punto de ser intervenido de gravedad. La angustia te entra por las venas y riega de inquietud todo tu organismo paralizando tu corazón. El mundo se detiene, se olvidan todos los problemas y su salud centra toda tu atención. Es en esos momentos, mientras tengo un rato de descanso, cuando me acuerdo de todas aquellas personas que no tienen la
fortuna de vivir en el lado bueno del planeta. Pienso en países en donde la esperanza de vida no pasa de los cuarenta, y es cuando me duele aún más si cabe
el hecho de que detrás de las cifras de los muertos que caen a diario hay personas como yo y como todos nosotros. Analizo lo injusto del sistema que
provoca que mi padre con ochenta años pueda seguir viviendo muchos años más con calidad y que otras personas con enfermedades mucho más inofensivas mueran como cucarachas. Me revuelvo en una silla que parece estar diseñada para que no te dejes vencer por el sueño, y miro a mí ser querido, y abrazo mi suerte. Noto como se introduce por los poros de mi cuerpo al ver la cantidad de aparatos y personas que cuidan de su bienestar. Al darme la vuelta no puedo dejar de pensar en la cantidad de amigos que han acudido en mi ayuda. Me estremezco al recordar las llamadas y mensajes que he recibido, y todo ello a pesar de mi carácter y mi especial modo de ser, esa que indica que no hay que traspasar el límite de mis asuntos personales. Me alegra comprobar que mi padre sea tan querido y apreciado por todo el mundo, a la vez que me confirma algo que ya sabía, que es una de las mejores personas que he conocido, y de las más
admirables. Me extraña, por otra parte, que yo también sea querido y apreciado, debido a mi manera de ser que no deja mucho lugar a la implicación. Un nuevo
giro en el sillón me devuelve a mi juventud. Me viene a la cabeza disputas juveniles. Cuando alguien se me acercaba y me decía que como podía juntarme con
la persona que más me está ayudando en este momento, y yo le contestaba, con el ardor que nunca me abandona, tres cosas: La primera, que yo me juntaba con quien me salía de los cojones. La segunda, que por encima de las ideas están las personas. Y la tercera, que si se le ocurría hacerle algo se las vería
conmigo. Así han pasado los años, y uno sigue su camino, con su personalidad marcada, para lo bueno y para lo malo. En situaciones complicadas acordándose y agradeciendo la amistad y generosidad de los que le rodean, y con la sensación de estar haciendo las cosas bien. Es un momento duro, pero hay gente que lo pasa mil veces peor, y eso no lo puedo olvidar. Me doy cuenta, sacando lo bueno de todo lo malo que ha pasado, de lo afortunado que soy. No tengo grandes
propiedades, y tampoco cuantiosos capitales, pero soy una de las personas más ricas del planeta. Poseo algo que no tiene precio y que no se puede comprar,
una cantidad de amigos y amigas, que no merezco, que siempre están ahí cuando más lo necesito dispuestos a echarme una mano. Me levanto, no he dormido bien, pero no importa. La cosa va bien, y yo también. Debo continuar disfrutando de las cosas que me gustan y seguir luchando por aquellos que peor están para que el mundo sea mejor para todos. La vida es un suspiro que a veces es difícil de entender y de asumir, pero puedo afrontar sus golpes con una fuerza especial, la que me da mi SALUD, y una poción mágica que me hace casi invencible, y que no es el aceite de oliva, LA AMISTAD.