Los niños mandan, los adultos se emborrachan... por Antonio Cabrero Díaz

02.01.2015 20:32

Hola amigos y amigas de PB Agujuo, aquí estamos otra vez.

El carnaval sigue su curso. El circo no para de recibir visitantes. El espectador es testigo pasivo de una falta de comunicación totalmente incompresible en la era de la comunicación. Mensajes disparados a quemarropa nos dan de lleno sin dejarnos ninguna sustancia, y nos envuelven en una niebla de uniformidad.
El ser humano confirma año tras año que es la especie mas absurda que puebla el planeta. Lo mas estúpido que hacemos ya no es comer sin hambre, beber sin sed, o hablar cuando no tenemos nada que decir. Es, sin duda, ser esclavos las veinticuatro horas del día de un aparato que se mueve, que late en vez de nuestro corazón, y que da todo el sentido a nuestra vida sin utilizarlo para lo que esta diseñado que es llamar.
Sin mas, esperando que la caridad deje de sustituir a la justicia social, y que les guste o les disguste lo escrito, les dejo con:

LOS NIÑOS MANDAN Y LOS ADULTOS SE EMBORRACHAN

Un conocido nuevo le preguntaba a un amigo de toda la vida si este que escribe siempre haba sido tan peleón y combativo. La repuesta fue afirmativa, lo cual indica que el tiempo no lo cura todo. Hay personas que con el paso de los años en vez de aplacarse se encienden aun mas si cabe.
"Que pases una buena noche", "feliz navidad", "prospero año nuevo", "felices fiestas", son frases hechas que detesto. No entiendo como alguien que no conoces te desea el bien. Pero lo que entiendo menos es que personas que te detestan te lanzan buenas palabras y te dan parabienes.
Este "pasteleo" no concuerda con mis principios de autenticidad. A día de hoy no soy capaz de contestar a esta batería de exabruptos bien intencionados con una mínima respuesta. Lo intento, pero me pasa igual que cuando tengo delante a alguien que no me gusta, solo me salen las letras a cuenta gotas.
Incauto de mi pensaba que el paso del tiempo me aflojaría la lengua. Creía que el cerebro sufriría de amnesia y cedería al comprender que tampoco el asunto tiene tanta importancia. No ha sido así. Sigo atado de pies y manos por la coherencia, la cual no me deja decir cosas que no siento, y en las cuales no creo.
Estos eternos días son una prueba de fuego a los cuales les tengo cogido el truco. Cuando era mas joven sufría mas, estaba mas tenso. Actualmente todo me sale de manera automática. No me cuesta ningún esfuerzo, por ejemplo, no responder a la vecina que no para de molestar por su falta de educación cuando me felicita las fiestas. "Menos felicitar y mas pensar en los demás, y dejar de gritar a deshoras", pienso para mis adentros durante los segundos que dura el vació de mi respuesta.
Estas semanas ñoñas te hacen reflexionar sobre los comportamientos de los seres que te rodean, lo que te hace entender el quid de muchas cosas. La figura de los niños y sus padres por ejemplo. Su proceder en estas comidas y cenas familiares explica porque nuestra sociedad sufre una carencia de educación y de respeto de unos, los mas pequeños, hacia los otros, los mas mayores.
Tengo el recuerdo muy cercano de mi infancia. Cuando se juntaban mis padres con mis tíos y primos en las comidas familiares había dos zonas claramente delimitadas. Una de mesas grandes en donde se sentaban los adultos, y otra de meses mas pequeñas en donde nos sentábamos los niños. Ellos en su sitio y nosotros en el nuestro, siempre con un ojo pendiente por si alguno la armaba, cosa que normalmente no solía suceder.
Ahora todo ha cambiado radicalmente. Los niños son el centro de atención. Son el referente desde donde gira todo. Interrumpen conversaciones de adultos sin recibir reprimenda alguna (niño cállate). Opinan alegremente sin que nadie les indique su falta de urbanidad. Demandan, sin pausas y tiempos marcados, necesidades que son cubiertas con celeridad por madres, tíos, abuelos y demás parientes que creen que la sumisión les concederá el cariño.
Los niños mandan y los adultos obedecen. Esto me hace entender muchas cosas. Comprendo porque cuando estoy en clase un alumno se disgusta cuando no le escucho de manera inmediata porque intento demostrarle que no es la única persona en el mundo, que hay mas, y que debe pensar en ellas y no ser egoista.
También entiendo que no me quieran porque les digo "no" una y mil veces, y porque no les dejo hacer lo que les de la gana. Les regaño, castigo, e incluso les grito, para que se den cuenta de que la competitividad no es el camino, y si ayudar a aquellos que les rodean.
Después de estas absurdas celebraciones veo que lo tengo muy difícil, no imposible. Es muy complicado educar a alguien que durante todo el día esta siendo maleducado. No quisiera echar la culpa a nadie, pero aquellos que tienen hijos, y que fueron educados de una manera mas humilde y normal que ahora deberían sentarse a reflexionar acerca de ello.
Los padres se emborrachan mientras haciendo aquello que no pueden por tener unas vidas perfectas y por sus voluntariamente contraídas cargas familiares. Durante unas jornadas los borrachos, según ellos, no somos tan mal vistos porque ellos forman parte de nosotros. Beben sin mesura, normalmente la lían por falta de costumbre, y padecen resacas que les hacen sentir que estarían mejor muertos.
Esto es lo que trasmite la navidad a nuestros mayores y pequeños, una falta de valores escandalosa. Vaya paradoja verdad. Unas fiestas que deberían acercarnos mas los unos a los otros, que deberían aumentar la solidaridad y acabar con la lucha por la primacía, promociona todo lo contrario, la opulencia, el despilfarro, y egoísmo.
Y todavía hay alguno o alguna que me pregunta por mi animadversión a las navidades. Creo que lo he dejado bastante claro, pero seguro que habrá alguien que no lo entienda, y que piense que soy una persona borde, antisocial y amargada. Yo no tengo la culpa de que las escuelas, los institutos, las universidades y, sobre todo, los hogares sean criaderos de mutantes.