Madrid, tierra hostil... por Antonio Cabrero Díaz

23.01.2015 00:00

Hola amiguitos de PB Agujuo, aquí estamos otra vez.

Hay rincones del planeta que están dejados de la mano de los derechos humanos. Sitios estos que no importan a nadie salvo a los mercados y multinacionales, las cuales no tienen ningún reparo en subvencionar dictaduras y mafias con tal de conseguir el mineral o el recurso energético que necesitan para seguir acumulando beneficios y riquezas.

Nosotros seguimos dentro de nuestra burbuja del bienestar, alimentada por la información que sale de una caja con pantalla que nos hace olvidar la realidad de las calles y del mundo. Si podemos jugar al padel para que nos vamos a preocupar de que otros jueguen al fútbol entre minas antipersonas.

Estamos tan ciegos que no somos capaces de ver las injusticias que se cometen cada día a nuestro alrededor, como para distinguir los abusos que se realizan mas allá de nuestra urbanización y comunidad, cerradas a cal y canto, y vigiladas por mar, tierra y aire.

A Salvador Victoria, uno más del gobierno del PP que lleva arruinando y estafando a los ciudadanos de Madrid mas de viente años, parece que le "han pillao con el carrito del helao". Este señor no tuvo reparo en decir durante la huelga de metro que los trabajadores eran mas o menos que terroristas. Ahí sigue, en su puesto, siendo un hombre intachable en su conducta y honradez para los que son de su condición. Con un poco de suerte, y si la justicia obra un milagro, le echarán del cargo, pero no acabará entre rejas que es el sitio donde debería estar.

Sin mas, esperando que les guste, y les disguste, lo escrito, les dejo con:

 

 

MADRID, TIERRA HOSTIL

 

 

Estoy en casa y tengo miedo. Dentro de breves instantes tengo que salir y no se si estoy preparado. Me asomo al balcón, una vez mas antes de escribir, y no atisbo el horizonte. Una inmensa cortina de color negro me indica que debo taparme la boca. ¿Será una estrategia del ayuntamiento para exterminarnos a todos?

Me armo de valor y abro la puerta. Antes me registro a mi mismo por si lo llevo todo. Chándal, abrigo y zapatillas de montaña, las cuales son lo mas importante de mi atuendo. Bajo las escaleras y noto como la temperatura comienza a bajar. Al mismo tiempo mis sentidos empiezan a sentir cosas. Es necesario que el olfato sea el último en despertar, por eso me tapo la nariz y cierro los ojos que entreabro al instante porque la vista es fundamental.

Lo primero que me encuentro delante de mi portal son dos cubos de basura. Uno es de color de mal agüero, y en el cual la gente echa todo lo que le da la gana menos lo que debe. En el otro no cabe un alfiler. Son movibles. Para qué los van a poner fijos y con conducto subterráneo si su principal objetivo es matarnos. Debe llevar días sin ser recogidos. ¿Habrá huelga otra vez?

No puedo andar, tengo que elevar las piernas como si estuviera haciendo técnica de carrera. Un mar de hojas me invitan al resbalón y la caída. No llevo tabla de playa ni de montaña. El cuidado y la preocupación son mis esquís. Tengo que dar gracias a que el otoño no apareció hasta entrado noviembre. Las hojas son bueno abono para el campo, pero vivimos como seres urbanos, y no humano, y el asfalto es nuestra alfombra.

De camino al suburbano me topo con una barricada de objetos indeterminados. Varían desde cartones, muebles viejos, aparatos electrónicos, hasta complementos de baño. Me elevo con un salto y descubro que debajo de toda esta muralla de deshechos hay dos contenedores, uno de vidrio y otro de papel. Ya decía yo. Creía que los habían quitado después de estar una temporada sin verlos.

Me viene a la memoria un camión, unos empleados de limpieza, y una recogida de trastos viejos, que era de una asiduidad semanal. ¿Qué habrá pasado con ellos?, igual les han despedido o les han aplicado un ERTE. Sea lo que sea, tienen que ser muy peligrosos pues les han eliminado por completo.

Hago mi trayecto y me apeo en mi destino. Mi asombro no deja de crecer cuando compruebo que el distrito donde tengo mi puesto de trabajo esta todavía mas minado que el mío. Sorteando cacas de perro, papeles y miles de desperdicios varios, consigo llegar a un portal, en donde me subo a un escalón y me pongo a salvo. Aprovecho para preguntarle a la portera si ha visto a algún barrendero. "Gran pregunta esta", me dice, y sonríe.

A este tipo de trabajador siempre se le ha visto como a alguien que no es nadie, un cualquiera, y que representa el peldaño mas bajo del mundo laboral. A lo mejor por este motivo los han eliminado, y están en mayor peligro de extinción que el lince ibérico. En estos duros momentos ellos que son imprescindibles dado los cerdos que somos y la poca educación que tenemos.

Madrid es un territorio hostil, y no porque te puedas matar de un balazo (que también) sino porque su ayuntamiento no hace nada para que nuestro aire y nuestras calles estén limpias, lo que provoca que nuestra vida este en peligro y que nuestra supervivencia no deje de estar al nivel del de otras personas que viven en lugares de riesgo y con una esperanza de vida mas bien corta.

Finalmente, y gracias a mi condición física, llegué a mi destino. En el patio, mientras los chicos hacían ejercicio pensando si no era mejor dejarlo en vista del poco oxigeno que había, no dejaba de sufrir. No me podía quitar de la cabeza el hecho de que los gobiernos hacen política pensando en el ciudadano en el ultimo lugar. Entonces un escalofrió me recorrió todo el cuerpo, provocándome un dolor de estómago. La imagen de esos chavales, ya adultos, yendo a votar, y dando su apoyo a quienes les roban y matan, me dejo el mismo sabor de boca que el aire y las calles de Madrid.

 

 

 

 




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