Manicomio... por Antonio Cabrero Díaz
Hola amiguitos y amiguitas de PB Agujúo, aquí estamos otra vez.
El verano es un inmejorable momento para echar a la calle a 1.800 trabajadores sin que se provoque mucho ruido. Por este motivo INDRA va aplicar un ERE este mes de agosto. En Barcelona van a hacer huelga, convocada por el sindicato CGT, y en Madrid, que es donde más van a despedir, se van a quedar de brazos cruzados. Pase lo que pase, cada uno tendrá lo que se haya merecido.
El PP de Cristina Cifuentes quiere presentarse como acusación particular en la “Púnica”. Espero que el juez de turno les mande a paseo como ya lo hizo Ruz en el caso “Gurtel”. El objetivo, más que limpiar de corrupción, es el de obstaculizar la labor de la justicia.
Manuela Carmena, de Ahora Madrid, ha parado el desalojo de miles de familias que los “fondos buitre”, y su compra de viviendas públicas, querían llevar a cabo. Por una vez la EMV (Empresa Municipal de la Vivienda) ha cumplido con su función defendiendo a los ciudadanos que más lo necesitan.
La diferencia es clara. Las candidaturas de iniciativa ciudadana, de momento, toman medidas que nos benefician a todos, intentan acabar con la corrupción, y luchan para que haya justicia social. El PP, y sus secuaces, siguen ocultándonos los tejemanejes de sus redes mafiosas, y continua dando más dinero, que es el nuestro, a los que más tienen.
Ustedes verán lo que más les conviene. Yo creo que está claro, y, sobretodo, quien son los radicales, y los que quieren acabar con la democracia. No entendería que un partido que ha saqueado aquella institución por donde ha pasado, sea local, autonómica o nacional, ganara las próximas elecciones generales, pero cosas más raras se han visto.
Sin más, les dejo, esperando que les guste y disguste lo escrito, con:
MANICOMIO
Los locos ya no existen. Ahora se les denomina enfermos mentales. Yo me considero más cercano a la primera denominación que a la segunda. También soy de la opinión de que hay más fuera que dentro, e incluso que los dentro están más cuerdos que los de fuera.
Cuando voy camino del gimnasio, andando por la Avenida de los Poblados, en mi trayecto paso al lado de un sanatorio y de un CIE (Centro de Internamiento de Extranjeros). A la vez, veo y oigo muchos coches que pasan a toda velocidad con la intención de llegar a ninguna parte.
No puedo evitar pensar cuál de los establecimientos son más adecuados para reflejar la locura, si el CIE o el sanatorio. En el primero meten a la gente presa por una falta administrativa. Les privan de libertad por no tener un papel en regla que regule su situación como extranjero. En el segundo tratan a las personas que padecen algún tipo de enfermedad mental con el objetivo de sanarles para que puedan tener una vida mejor.
No hay lugar a dudas. Es una auténtica paranoia lo del CIE de Aluche. Es irracional que a personas humanas se les detenga y encarcele por ser de otro país y no tener documentación. La única cura posible para tanta locura es el cierre inmediato del centro en cuestión.
Llego al gimnasio. Un recinto cerrado que demuestra lo trastornado que puede llegar a estar el ser humano. Te encuentras con sujetos de todos los colores, con música pegada a sus oídos, y hablando, o cantando, solos, a la vez que ejercitan músculos aunque no les guste el deporte.
Una vez termino mi entrenamiento y vuelvo a casa, no puedo apartar mi vista de la corona de contaminación que rodea e invade mi ciudad. Los edificios colmena, en donde la gente lleva una vida casi carcelaria, emanan una negritud propia de las pesadillas más duras que atormentan al que sufre alucinaciones. En esto caso los sueños son reales.
Pienso en los millones de personas que, según los médicos, están sanos y en sus costumbres. Todo el día en un trabajo que no les gusta, haciendo cosas que no quieren hacer, contando su vida a través de los móviles, ocultando sus demonios y tristezas, y demostrando a cada instante su felicidad. Una vida de ensueño y perfecta que a mí me parece que es para volverse loco.
Vuelvo a pasar por el manicomio que ahora lo llaman sanatorio. Me planteo que a lo mejor yo soy menos feliz que los que están detrás de sus paredes. Incluso me atrevo a pensar que yo estoy más loco que ellos. El estómago se me contrae. Un hormigueo me sube por las piernas y hace temblar todo mi cuerpo.
Es el miedo. Me asusta el dolor, el caer enfermo, y el perder la razón. Me da pánico acabar demente, y es entonces cuando me doy cuenta de que ya lo estoy. Noto la anormalidad dentro de mí. Pero a la vez siento el alivio y la protección que me da la sinrazón.
La cordura no es buena compañera. Te hace ver la realidad de las calles y de las cosas. Te hace sentir y darte cuenta de lo que está bien y lo que está mal. Te hace sufrir porque te hace ver lo injusto que es este mundo, y que la vida, tal como la vivimos, no tiene ningún sentido. En definitiva, te obliga a agarrarte al palo de la locura para poder sobrevivir entre los restos del naufragio.