Maniquí... por Antonio Cabrero Díaz

24.06.2016 00:00

Hola amiguitos y amiguitas de PB Agujúo.

Aquí estamos otra vez para recordarles que el próximo domingo hay elecciones para elegir presidente que nos gobierne. ¿Qué hacer? Durante años he defendido la abstención. He sido abstencionista militante y un activista político practicante. En estos instantes  la duda me corroe.

Me cuesta un trabajo enorme explicarle a la gente que se puede hacer política y mejorar la vida de las personas que tenemos al lado sin estar en un partido o votar cada cuatro años. En el momento en que formas parte de alguna asociación o grupo social que lucha por mejorar el mundo ya haces más que la persona que otorga con su voto el poder a uno u otro partido cada cuatro años.

Reconozco que para cambiar las cosas hay estar dentro de las instituciones. Un ejemplo claro es la asociación de Memoria Histórica con la que colaboro. Si no hay un gobierno que haga una ley que defienda los derechos humanos, y repare la memoria y dignidad de las víctimas poco o nada podemos hacer aquellos que luchamos por desenterrar asesinados por la barbarie del franquismo.

Este motivo me llevó hace un año a votar a Manuela como alcaldesa para el ayuntamiento y  a unos conocidos de Ganemos que se presentaban con ella. También he votado a Podemos en las sucesivas citas electorales, por ser estos los que más se acercan a las ideas que defendemos, según reza o pone su programa electoral.

La verdad de los hechos siempre dice lo contrario. Expone que el poder corrompe y que todo cambia para que no cambie nada. Ante una nueva cita electoral es evidente que GANE QUIEN GANE TÚ PIERDES. Podría decir aquí, NO VOTES QUE TE LIAN, como he venido haciendo durante años, pero no lo voy hacer. Es más voy a cambiar el discurso por, “VOTA A UNIDOS-PODEMOS”, porque ya que te van a liar, y que no va a servir para nada, por lo menos se lo podrás difícil a los que llevan (PP, PSOE) más de treinta años robándonos a manos llenas.

Sin más, esperando que les guste y les disguste lo escrito, les dejo con:

 

MANIQUI

 

Estoy en una de las calles comerciales más largas de Madrid. Me encuentro rodeado de gente pero nunca me he sentido tan solo. Noto esa soledad angustiosa del que se ve junto a seres con los que no quiere estar, y con los que no comparte nada que le pueda unir a ellos.

Me veo reflejado en varios muñecos que abarrotan los escaparates. Miro atentamente y no se cual de todos soy yo. Es más tengo la certeza de que no soy ninguno de ellos. Hace tiempo, toda una vida, que se que realmente no soy nada, que no existo, que soy un producto de mi imaginación.

Detrás de los cristales los sujetos de ambos géneros son idénticos a nosotros. Llevan ropa moderna puesta, que les hace resaltar su figura casi perfecta. No se mueven, ni pestañean. Pienso en lo que tienen que sufrir esos ojos de mirada fija y perdida sin mojar el lagrimal.

Sigo mi camino sin esperar ninguna sorpresa. De repente me para instintivamente uno de ellos. Es un maniquí desnudo e indeterminado y con una postura que le hace diferente al resto.

Da la sensación de que le tienen arrinconado, como fuera de lugar, preparado para llevarle al crematorio, en donde hacen desaparecer a los que no valen o no entran dentro de la circunferencia de lo establecido.

Ponga donde me ponga no puedo evitar su mirada. Todos los ángulos me conducen a ella. Percibo la tristeza en el interior de sus ojos, ajados por la pérdida de pintura. Siento el dolor de toda una vida esclavizado en los dedos de sus manos. Le faltan varios, y otros los tiene troceados. Es como si le hubieran cortado las falanges por no haber sido lo suficientemente servil.

Me veo dentro de él. Cualquier peatón que se cruzara con nosotros no distinguiría quien es quien. Ya no sé si soy el de fuera o el de dentro. No nos diferencia nada. El corazón nos late de la misma forma insonora. El movimiento pasivo, por parte de él, y el activo, por parte mi, nos conduce al mismo lugar, que esta donde nos digan y donde nos pongan.

No puedo dejar que le maten. Entro dentro de la tienda y le digo a la dependienta cuánto vale. Sorprendida, me contesta que lo tiene que consultar, cual maniquí, con su superior. Al rato vuelve el jefe, otro maniquí con más rango, y me dice que no es su política el vender trastos usados. Le hago una oferta que no puede rechazar.

Estoy en casa, la cual tiene un encanto distinto. Al lado del poster de la CNT he colocado, o se ha colocado, el maniquí. Somos idénticos. Él es más auténtico  porque ha sido capaz de romper las normas y rebelarse contra su destino de hombre objeto. Yo no. Formo parte de esa legión de mutantes, con mucho músculo y poco cerebro, que dobla la cerviz y dice a todo que SÍ.