Mirarse a uno mismo... por Antonio Cabrero Díaz

21.08.2015 00:00

Hola amiguitos y amiguitas de PB Agujúo, aquí estamos otra vez.

El verano avanza, a la par que la corrupción en nuestro país, y la gente continua con sus vidas. El ministro de interior, Jorge Fernández Díaz se reúne en su despacho con el señor Rato y no pasa nada. No me imagino a mí mismo dentro de ministerio consultando al señor Fernández algún asunto que me pueda afectar de ley mordaza.

Todo va mejor, la crisis se ha terminado, y la liga de fútbol comienza. No hay duda de la importancia del Real Madrid y el FC Barcelona. Si algún día alguno de estos dos equipos  desapareciera se armaría la mundial. No olvidemos que las mayores manifestaciones no se producen para exigir justicia social, y sí para celebrar los éxitos de este o aquel club de balompié.

Este fin de semana el país está de fiestas. Durante unos días se olvidarán todos los problemas y se intentará disfrutar al máximo. No sé cómo serán las celebraciones en otros municipios pero en Pedro Bernardo son más de lo mismo. Orquestas repetitivas y maltrato animal, llamado “corridas de toros”, serán protagonistas, lo que obligará a este que escribe a beber hasta perder el norte.

Hay buenas noticias para los que quieren que todo siga igual. El PP sube en intención de voto. De aquí a unos meses nadie se acordará de todos los atropellos que este partido ha cometido en contra del ciudadano con sus recortes. Nada que decir al respecto, ustedes mismos.

Sin más, esperando que las estrellas les iluminen ante tanta oscuridad, y que les guste y disguste lo escrito, les dejo con:

 

MIRARSE A UNO MISMO

 

Si no me llamas me enfado. Si celebras una comida con amigos y a mí no me lo dices me enfado también. Si te he pedido un favor y el resultado no es satisfactorio me vuelvo a enfadar. Si no quedas conmigo y te tiras mucho tiempo sin verme me enfado. Si vas a tu rollo y no te adaptas al mío me vuelvo a enfadar. Y así continuamente.

Hay buenos y malos. Normalmente los malos son los demás. Son estos los que suelen hacer las cosas mal. Yo nunca me equivoco. Si lo hago so suelo darme cuenta porque no miro para adentro, solo para afuera.

El tiempo no cambia a las personas. El que es tontito de pequeño se convierte en gilipollas de mayor. Es imposible que alguien evolucione a mejor. Por  este motivo siempre me quedo con el recuerdo y el trato que tuve veinte o treinta años atrás con aquellos que considero malas personas en la actualidad.

Mis comentarios son ley. No importa el tema, pero si este es sobre las personas ahí me salgo. Emito juicios que van a la tumba. No me equivoco y reparto nominativos a diestro y siniestro. Hago publicidad de lo bueno y lo malo. Esto, aunque o sea mi intención, condiciona la opinión que tienen los que me rodean sobre este o aquel.

Nunca cometo un error, y si esto sucede no pasa nada. Tengo carta blanca porque yo soy buena persona. Podría decir que llego a rozar la perfección. Hago pocas cosas mal, y rara vez le hago alguna jugada a mis compañeros. Si todo el mundo fuera como yo que bien nos iría, además las relaciones de amistad serían eternas.

Dentro de mi grupo de amigos les doy más caña a unos otros. Esto se debe a mi criterio infalible de quién es mejor y peor. A los que considero que son peores no les dejo respirar. A la mínima que hacen o dicen les doy un hachazo. A los que considero mejores, hagan lo que hagan, aunque este mal hecho, no les aplico la misma dureza, pues doy por hecho que alguien motivo habrán tenido, o pienso que quizás habrá sido por culpa de un mal día.

Qué suerte tengo. Duermo bien por las noches y no tengo remordimientos de conciencia. Es lo que tiene poseer la verdad absoluta. Una maravilla copar los primeros puestos de la ética y la moral. Soy más afortunado que los que poseen inmensas riquezas. Yo tengo algo que no tiene precio, la perfección.

De un tiempo a esta parte, y a pesar de mi vida perfecta, noto como la gente se va distanciando de mí. En concreto, hay una persona de mi panda, que siempre me ha parecido un pobrecillo don nadie, y  que no me puede ni ver. No lo entiendo, es él  el que debería sentirse afortunado de pertenecer a mi grupo de amigos y poder hablar conmigo.

No se lo van a creer, pero el otro día, este individuo, ni corto ni perezoso, me dijo a la cara, sin ningún tipo de tapujo, que hacía tiempo que no daba con una persona que se hubiera vuelto tan gilipollas. ¿Qué les parece?, además añadió, que hay que ser muy tonto para ver todos los defectos de los demás, y no ser capaz de mirarse a uno mismo, y ver los propios, y que con esta actitud lo único que me espera es la soledad.

Soledad a mí, que soy el rey de la fiesta, será estúpido el tipo, él sí que se va a quedar solo, y no como yo que siempre estaré acompañado, de buenas personas eso sí.