Nos robaron el otoño... por Antonio Cabrero Díaz

25.11.2016 11:32

Hola amiguitos y amiguitas de PB Agujúo.

Aquí estamos otra vez intentando mentalizarnos de la que se nos viene encima. No estoy hablando de política sino de los miles de eventos sociales que se celebran en estas fechas. Es lo que tiene celebrar la falsedad y el consumo irresponsable, que no tenemos días para hacerlo todo.

Por mi parte lo tengo claro. No pienso moverme del sillón y dejar de mirar a mi maravilloso y salvador techo. Este es de color blanco. No proyecta ningún mundo irreal y, mucho menos, te hace olvidar la verdad de las cosas.

En España todo sigue igual. Cuando se acerca la fecha en la que murió el asesino dictador los homenajes se disparan. En Alemania e Italia esta prohibido desde hace años cualquier tipo de apología del fascismo. Aquí tenemos una fundación franquista que hace apología del susodicho y encima el gobierno la da dinero para que lo lleve a cabo.

No deben olvidar que el PP, partido que da ejemplos continuos de democracia, nunca ha condenado el franquismo. Aparte no quiso votar una propuesta de ley en 2013 para que la apología del franquismo sea delito. Esto traducido indica que están de acuerdo con una dictadura que mató más de medio millón de personas, que enterró a más de 150.000 asesinados españoles en las cunetas, y que secuestró las libertades de un país durante más de 40 años.

Estos neoliberales (antiguos fascistas) no tienen reparo, desde la impunidad que da el no tener escrúpulos ni moral, en criticar gobiernos como el de Cuba, Venezuela, y demás países que no son de su cuerda política pero si comercial. Porque lo cortés no quita lo valiente, el dinero esta por encima de principios y personas.

Sin más, esperando que les guste y disguste lo escrito, les dejo con:

 

NOS ROBARON EL OTOÑO

 

El bosque tiene los tonos a baja intensidad. El calor no permite que se caigan las hojas de los árboles. Este año la alfombra vegetal no me permite crujir el suelo. Los pasos se sienten huérfanos al notar en exceso el impacto del suelo.

Estoy sentado en un banco esperando a que llegue el otoño. Esta estación maldita para los poderosos que no se ánima a acudir. La tienen secuestrada en un laboratorio de pruebas. Hace tiempo que la pusieron en el punto de mira de termómetros y oscilaciones térmicas.

Un día estás en manga corte y al día siguiente te pones ese abrigo que no te hizo falta en pleno invierno. El cielo no proyecta ni una gota de agua o de repente te echa cubos encima como si estuvieras dentro de una tempestad al mando del timón de un barco pirata.

A veces me da la sensación de que estamos jugando al gato y al ratón. Me asomo al balcón de refilón para que noviembre no me vea. Es el momento de cazarle. Me visto, la temperatura es perfecta, la humedad también, y el volumen de precipitación lleva el dorsal del sirimiri.

Al pisar la calle este bonito mes se esconde. Me ha visto. El agua bofetea mi cara y el cambio climático me deja claro que he vuelto a perder. Intento reponerme y avanzar pero no puedo. Contra el frío extremo y la lluvia torrencial no se puede luchar ni con la mejor ropa especializada del mundo.

No me ha quedado más remedio que ir a cubierto. Estoy dentro de un rectángulo de agua climatizada cubierto por un techo con aislantes industriales. Febrero desde una esquina se ríe de mí a través de los cristales. Lo ignoro y  a lo lejos veo a una pareja de ancianos en la piscina pequeña.

Él la intenta meter en el agua pero ella no se deja. La enfermedad de ella se lo pone difícil. Son muy mayores. Él lleva escrito en la cara el dolor de haberla perdido en vida. Ella no siente nada de cara al público pero el conflicto lo lleva por dentro.

Esto me trae malos recuerdos, de alguien a quien quise pero ya no esta, pero me hace reaccionar. Salgo a toda prisa del recinto. En casa me cambio el traje de la derrota por el de la lucha sin cuartel. Las zapatillas están listas a pesar del tiempo de inactividad. Nos han robado el otoño pero lo poco que nos han dejado lo quiero aprovechar.

Bajo al parque y comienzo a correr. La lluvia me pega en la cara pero esta vez no es por dentro. El viento no sopla y las hojas por fin caen a modo de celebración. La naturaleza esta feliz porque un ser humano se ha decidido a ayudarla. Ojala sea el primero de muchos más que se levanten y caminen juntos para que llegue a todos los rincones del planeta el tiempo de la libertad.