Página 60... por Antonio Cabrero Díaz

07.03.2014 00:00

 

Hola amiguitas y amiguitos de PB AGUJÚO, aquí estamos otra vez. Como es habitual desde este blog les pedimos que no CONSUMAN UNA SOLA BEBIDA DE LA MARCA COCA COLA hasta que no aseguren que no habrá ningún despido. Recuerden que si pierden ellos es como si perdiéramos todos.

Los responsables de este blog son personas sin ningún  tipo de miedo, por lo menos este que les escribe. Ante cualquier tipo de amenaza, jurídica o física, no tengan ningún tipo de duda, sabremos responder.

Daniel Andrés me envió un mensaje con una foto de una revista y me salió lo que a continuación van a leer.

Sin más, soñando que el miedo deje paso a la esperanza, y esperando que les guste, y que les disguste, les dejo con:

 

PÁGINA 60

 

A todos los que se alegran y son felices cuando a la gente que les rodea le salen bien las cosas.

 

Dentro del supermercado, rodeado por un enjambre de colores, no entendía para que era necesario tanto despliegue. Él simplemente quería una caja de galletas. Unas que fueran normales, como las que comía cuando era niño.

Después de recorrer diferentes pasillos, perfectamente diseñados para llamar la atención del cliente, encontró la sección que buscaba. Había cinco estanterías, todas repletas de galletas, de todos los tamaños y formas. Sin azúcar, de chocolate, vainilla, con grasa o sin ella.

Tras breves instantes ya no veía comida. Solo alcanzaba a pensar. Se dio cuenta de lo absurdo del producto, de lo innecesario de su variedad. Notaba como su innato malestar se iba apoderando de su cuerpo.

Eligió unas al azar, las más simples. Completó el resto de la compra que tenía apuntada en una lista, y se encaminó hacia su vivienda. Subió las escaleras y entró en casa con la sensación de encontrarse a salvo, libre de exigencia y muy lejos de la competitividad.

Después de colocar la compra, hacer la comida y limpiar la casa, reanudó la lectura de un libro que le tenía absorto. Una lectura de esas que se buscan como si fueran únicas, pero como a la mujer amada, solo se encuentra la especial una vez en la vida.

La música sonaba de fondo como era costumbre. Los versos urbanos se entrelazaban con las palabras que salían disparadas de las hojas formando un creativo colage. De repente las notas comenzaron a desafinar mientras las letras se retorcían, produciendo un estruendo ensordecedor dentro de su cabeza.

La historia de una niña que había sobrevivido a un intento de asesinato, y que había quedado marcada por las secuelas, hizo saltar todas las alarmas de sus sentimientos. Apareció la realidad que se desnuda ante uno y muestra la crueldad que habita en este mundo. Le golpeó tan fuerte que casi le dejó noqueado, reafirmándole en su teoría de que el mundo es una porquería.

Las palabras escritas, haciendo un escorzo, se agarraron a la mesa al verse desbordadas por la riada provocada por las lágrimas que caían en tromba de sus mejillas. Las manos actuaban como los parabrisas de un coche que no da abasto durante una fuerte tormenta.

No era justo que él tuviera la oportunidad de poder elegir entre una gran variedad del mismo alimento, y un niño del tercer mundo por la mitad de precio no pudiera acceder a una simple operación que le salvara la vida.

A la mente le vinieron los conflictos educativos del día anterior. Recordaba como les dijo a sus alumnos que eran unos maleducados, que solo pensaba en ellos, y que eran unos egoístas. Sabía que la culpa no era de ellos, eso también se lo dijo, en el fondo eran solo niños.

Al día siguiente se encontraba en el andén esperando el tren, acompañado por la imagen de la niña Roshi. Continuaba dándole vueltas a razonamientos añejos cuando una incidencia, ajena a la compañía de transportes, le hizo vaciar su rutina y descubrir un rumbo nuevo.

Dentro de la misma cuidad, del mismo vagón, se sentía extraño. El cambio siempre le hacía ver las cosas de otra manera. Las personas eran deformadas por su percepción. El recorrido siendo más largo se le hizo más corto. La mochila no pesaba pues su mente había soltado todo el lastre.

Alcanzó su destino, salió a la superficie sintiéndose valiente, incluso con la capacidad de terminar con una vida absurda y rutinaria. Estaba decidido a caminar hasta que le apeteciese parar. Se veía con fuerzas para atravesar el mundo haciendo que la vida de los que peor estaban tuviera una oportunidad de ser mejor.

Para su sorpresa sus piernas continuaban con paso firme. No podía dominarlas. Su cerebro había emprendido la marcha con dirección al cambio de vida, pero su cuerpo de manera autoritaria le había llevado al lugar en donde cumplía penitencia todos los días.

La jornada laboral se desarrolló con absoluta normalidad, con la normalidad de otra cualquiera. No había podido romper sus cadenas. Tendría que conformarse con cambiar el mundo en su entorno más cercano. Tarea difícil la de ser sensible en una sociedad en donde estaba castigada la solidaridad.

Al salir del gimnasio, de vuelta a casa, tenía un mensaje en su móvil de última generación. Un amigo cineasta le informaba de que le habían hecho un reportaje en una de las más importantes revistas del sector.

La realización de su primero película era un sueño que a base de un duro trabajo, poco a poco, se iba haciendo realidad. El esfuerzo de autor de la misma había sido y continuaba siendo inhumano. El éxito de su compadre le hacía feliz, a la vez que le había borrado de golpe todos los malos sinsabores de los últimos días.

La gente buena se merece lo mejor. El hecho de que a su amigo le fuera bien el proyecto le provocaba un ahogo de felicidad, y un ensanchamiento de los pulmones, dándole la capacidad de acaparar todo el aire de una contaminada atmósfera.

No podía esperar, acudió raudo al quiosco a comprar la publicación. En la página sesenta no había letras, ni actores, ni fotos, ni imágenes, pero si había emoción, alegría, y pleno bienestar.

Ya estaba viendo el auditorio lleno, se imaginaba al actor principal dando las gracias por el premio recibido. El director novel exclamaba con sinceridad lo mucho que debía a su familia el reconocimiento a su trabajo, sobretodo a su madre, y se acordaba, como no podía ser de otra manera, de los que ya no estaban con él, como su padre.

De nuevo se le nublaron los ojos. Una vez más le habían traicionado los sentimientos. Tres días que invitaban a soñar, a disfrutar de la dicha del que nos rodea. Al fin y al cabo los buenos son los únicos que pueden hacer que el mundo pueda mantener un suspiro de esperanza.

Su corazón le golpeaba el pecho con fuerza. Más que la victoria, la fama, o el dinero, lo que le animaba era el hecho de que un amante del cine con buen fondo era la persona idónea para denunciar, a través de su arte, las injusticias que diariamente se cometen con los más débiles en cualquier rincón de nuestro oscuro planeta.

El cine, en su máxima expresión, y en su más pura esencia, es el que puede dar a conocer casos como el de la niña Roshi. Y son las personas como el director de “tres días en Pedro Bernardo”, las que pueden y deben transmitir sentimientos y mover conciencias a través de sus películas.

Una vez terminó de leer la revista, miró al frente, fue directo a la cocina, salió al balcón, cogió las galletas, y las lanzó lo más lejos que pudo. No le hacían ninguna falta. El cielo brillaba con un azul intenso. Los pájaros celebraban su vuelta. Satisfecho cerró los ojos, sintiendo que podía cambiar el estado de las cosas. Notaba que su vida comenzaba a cambiar, y que lo único que necesitaba ya lo había conseguido. Ser feliz