Sergio (Enfermedad, que feo nombre tienes)... por Antonio Cabrero Díaz

26.08.2016 16:04

Hola amiguitos y amiguitas de PB Agujúo. 

Aquí estamos otra después de haber sobrevivido a una semana de fiestas, en donde la bebida y las reuniones con amigos han sido los protagonistas. Una vez más hemos demostrado que el tiempo no pasa por nosotros, y si lo hace, los que formamos ese grupo heterogéneo denominado “Memata”, lo disimulamos muy bien.

También han terminado, ¡por fin!, los juegos olímpicos de Rio 2016. ¿A quién benefician este tipo de eventos?, ¿a los ciudadanos de Brasil?, ¿a los deportistas aficionados?, me temo que no. ¿Son un test fiable sobre el actual estado del deporte y la actividad física en nuestro país?, me temo que tampoco.

Una ventaja del verano es que no te enteras de lo que pasa en el mundo. Tampoco sabes cómo van las cosas en tu cuidad, o en tu barrio. Es una maravilla olvidarse de aquellos políticos impresentables que no nos representan y cuyas decisiones afectan nuestra calidad de vida.

Por último debo resaltar el trabajo extraordinario que realizaron Alberto, Xavi, Chema, Jaime, y Segundo, principalmente, para que el torneo “3 para 3” de fútbol se celebrara con gran éxito en Pedro Bernardo, Ávila, durante los días 18 y 19 de agosto. Debo, por otra parte, afear la conducta de aquellos maleducados que no entienden que el deporte es para divertirse, y no para insultar y agredir a los que nos superan o son mejores que nosotros, y menos si hay niños delante.

Sin más, esperando que les guste y les disguste lo escrito, les dejo con:

 

SERGIO

(ENFERMEDAD, QUÉ FEO NOMBRE TIENES)

 

Sergio era un chico, más o menos de mi edad, que ha fallecido recientemente. Le recuerdo en su silla de ruedas desde que yo era niño. Una discapacidad le obligaba a ser dependiente, no podía valerse por sí mismo. Su madre y el resto de la familia, padre y hermanas, procuraron que su vida fuera lo más normal y lo menos mala posible.

Cuando éramos chavales Ana lo llevaba al campo de fútbol de la Asomadilla para que nos viera jugar. Cuando terminábamos los partidos íbamos a verle, y yo podía comprobar, en contra de lo que pudiera pensar, que disfrutaba y se lo pasaba bien viéndonos. Sentía como podía hacerlo yo, o sufría como podía sufrir yo, solo que lo expresaba a su manera.

Llevaba un tiempo muy malito, en un estado de deterioro que ningún ser humano debería soportar. Finalmente hace unos días falleció. Al saber la noticia rápidamente me acordé de los ratos buenos que mis amigos y yo le pudimos regalar, como aquella noche en una despedida de soltero en el mesón, en donde se nos coló y vio con nosotros a la estríper marcándose un baile de lo más sensual.

Lo segundo que me vino a la mente es la madre y lo increíbles y humanas que son algunas personas. Ana ha dado un ejemplo, desde su nacimiento hasta su muerte, de lo que es el amor, y, sobretodo, el de madre. Siempre con él, y siempre cuidando de él, no se puede dar una lección más monumental de cuidado y cariño, acosta de su propia salud y de acabar peor que aquel o aquella al cual se está cuidando.

Lo tercero en lo que pensé es en el nombre tan feo que tiene esa señora llamada enfermedad, y como en ciertos casos se porta tan mal con personas buenas, que nunca han hecho daño a nadie, y les hace pasar por un calvario que no merecen.

Esta cruel compañera está día a día junto a nosotros. Nos ronda a todos, y cuando menos lo esperamos, antes o después, nos ataca. Este verano ha ido a ver a unos cuantos amigos de la manera más dura. Patologías que me han dejado helado como cáncer, ELA, infarto, asustan pero se pueden combatir. Hay que tenerlas miedo para vencerlas con la voluntad de curarse.

Tengo claro que enfermaré. Cuando llegue ese momento intentaré ser valiente y luchar para curarme, pero si no lo consigo, y llego al extremo de sufrimiento en el cual ya no sea una persona y sí un vegetal, lo único que pediré es que me faciliten una muerte digna para evitar el dolor propio y el de los que estén a mi lado. (¡Eutanasia ya!)

A día de hoy soy consciente de la suerte que tengo. Se lo decía a mi amigo Calo tomando unas cañas. Le comentaba lo afortunado que soy, que no teniendo nada lo tengo todo, que podía pasar una semana de fiestas y después coger la bici e irme al Zahurdón o al Puerto como si nada gracias a una salud de hierro.

Sergio por fin ha descansado y su madre Ana también. Ahora viene el momento más difícil, el de la ausencia. Trance amargo el de no volver a ver nunca a quien se quiere, pero que con el cariño de los que se quedan se hace más llevadero. Por mi parte no va a quedar, me tienen para lo que necesiten. Laura cuando quieras nos tomamos unas cañas y pasamos un buen rato. ¿Para qué están los amigos si no?