Tú siempre dí que estás bien... por Antonio Cabrero Díaz

22.11.2013 00:00

Hola amiguitas y amiguitos de PB AGUJÚO, aquí estamos otra vez. Hoy les vamos a hablar de la maldad de la gente, la cual la mayoría de las veces viene provocada por esa terrible enfermedad que asola el carácter del ser humano, la envidia.

Antes de comenzar no quería dejar pasar por alto el conflicto de la basura que ha tenido lugar en Madrid durante la semana pasada, y que, gracias a la peor alcaldesa de la historia que ha padecido la capital, se ha resuelto no del todo desfavorablemente para los intereses de los trabajadores.

Los empleados de la limpieza son necesarios, y son seres humanos no recursos humanos. Detrás de cada posible despido había nombres, apellidos y sobretodo familias con necesidades y problemas.

Su lucha ha conseguido que no echen a nadie más, puesto que más de trescientos trabajadores fueron despedidos con el cambio de contrata reciente, y que su sueldo haya bajado de una manera menos drástica de lo que en principio los empresarios pretendían.

La Señora Rotermeyer, a la cual, recuerdo una vez más, nadie ha votado, y que está donde está porque el ínclito Gallardón pactó con su marido una cartera de ministro a cambio de olvidarse de ser candidato a presidente de la nación y ponerla a ella de número dos en lista para que fuera su segura sucesora, se ha despachado a gusto tapando su incompetencia y diciendo que gracias a la reforma laboral del gobierno (esa que nos ha llevado a los seis millones de parados) se ha resuelto el conflicto sin ningún despido y que le ley de huelga deberían revisarla por no decir que deberían prohibir el derecho a la misma.

No me digan ustedes que según le oyen lo bien que habla, y ven lo fluido de su conversación no les dan ganas de comerla los morros y de enamorarse de ella para siempre, pena que este pillada por Dios y por los abrigos de visón.

Sin más, soñando que el miedo deje paso a la esperanza, y esperando que les guste, y que les disguste, les dejo con:

 

“TU SIEMPRE DI QUE ESTAS BIEN”

 

Un saludo  a Satur que hace mucho que no le digo nada.

 

A Clemente, cuñado de los “patalisas”, que es buena gente que camina y que ha tenido un serio percance que puede contar. Desde aquí nuestro apoyo y nuestro ánimo.

 

Hace años estando en mi pueblo me llamó un paisano, conocido por todos como “gasolina”, y me preguntó por mi familia y por mi persona. Yo le contesté que andaba regular, y que podía estar mejor. Él me sonrió, y me dijo, “Toñín siempre que alguien te pregunte qué tal estás, tú contéstale que estás muy bien”. Yo le dije, “¿y eso?”, a lo que me respondió, “¡para que se jodan!”. Rápido lo entendí, y desde entonces no he dejado de hacerle caso.

El ser humano tiene reacciones raras que no acabo de entender, una de ellas es alegrarse de que las cosas le vayan mal a la gente conocida que tiene cerca, y otra es conformarse con ser un poco más que el vecino.

Cuando llegas a un lugar distinto al que vives habitualmente donde te conocen, después de un tiempo, siempre hay personas que te ven, y te ven muy bien, contento de tu vida y de ti mismo, y rápido buscan algo para ver si te amargan el día puesto que el verte bien les molesta e irrita.

El fin de semana pasado un amiguete me contaba que había sacado muy buenas notas en sus retomados estudios, pero que se lo había comentado a menganito y le había dicho que eso lo podía hacer cualquier.

Yo lo primero que hice cuando me lo estaba contando fue alegrarme y luego darle mi más sincera enhorabuena, a la vez que le reconocía su mérito, ya que  desde la EGB no he vuelto a sacar sobresalientes en el resto de mi periplo estudiantil y se lo difícil que es conseguirlo. Aparte le hice ver que el sujeto que le había dado esa estúpida contestación lo único que pretendía era aguarle la fiesta porque tenía envidia de su felicidad.

Hay personas que no tienen vida propia, que necesitan la de los demás para sobrevivir dado que la crítica, la mayoría de las veces destructiva, les mantiene vivos.

Si tú eres un ciudadano que no te metes con nadie, haces las cosas que te gustan, tratas a todo el mundo como te gustaría que te tratasen a ti, y encima tienes la gracia y el salero de que la gente quiera estar contigo disfrutando de tu compañía, provocarás miles de malos sentimientos en aquellos resentidos que no entienden que no sean ellos los que parten la pana.

A mí me hace gracia cuando te saludas con alguien y su primer comentario es despectivo y muy alejado del cariño, tratando de resaltar tus defectos, nimios para ti, pero importantes para él, como quedarse calvo, estar más o menos gordo, o tener unas propiedades u otras.

Lo primero que pienso es que alguien que lo primero que hace es faltarte nada más verte poco bueno tiene que ofrecer, y que usar frases largas con él es perder demasiado tiempo. Lo segundo que hago es contestar inmediatamente que me es indiferente lo que a él le guste de mí. Lo tercero, y último, que hago es pasar de él de una forma directa y descarada e irme a beber la caña que tan a gusto, seguro, me estaba tomando.

 

Para dejarles claro lo envidiosa y atravesada que es la mente de la gente les voy a contar una anécdota de hace muchos años cuando íbamos toda mi pandilla Me Mata (Perico seguro que ahora es más feliz) de ronda en las fiestas del pueblo, armando ruido y dando la nota (en esto no hemos cambiado nada) por la Fuente de los Chorros.

Éramos veinte o treinta, seguro que estábamos casi todos. Pasamos por el Puente, cruzamos la esquina que va a dar a la Plaza Vieja de Pedro Bernardo, y antes de llegar al ayuntamiento nos encontramos con un grupo de señoras de tradición conservadora, criticona y cotilla. Al pasar a su lado, creo que fue Iberio el que las escuchó decir, “mírales ¡qué vergüenza! si van todo el día borrachos”, a lo cual otra honorable señora le contestó, “lo peor no es eso, es que casi todos tienen carrera”.

Se dan cuenta de lo que quiero reflejar aquí. Yo creo que con este ejemplo ha quedado todo bastante claro, en donde podemos observar como la maldad de ciertas personas no puede soportar que haya otras que vivan felices y contentas.

Cuando en sus experiencias cotidianas se encuentren en alguna situación parecida a las que les he narrado, no lo duden, estén como estén, o les pase lo que les pase, cuando les pregunten, contesten siempre que mejor no pueden estar, y seguro que les dejarán noqueados y sin ganas de volver a meter sus maliciosas narices donde no les llaman.