Un extraño en la ciudad... por Antonio Cabrero Díaz

04.04.2014 00:00

 

Hola amiguitas y amiguitos de PB AGUJÚO, aquí estamos otra vez.

La mentira es la madre del desengaño. Este último se apodera de todas nuestras extremidades. Día a día no encontramos la verdad por ningún rincón de nuestras vidas, si acaso escondida debajo de alguna baldosa. La impotencia se mezcla con el desánimo al ver que por lo que uno lucha es continuamente desvirtuado por los que manejan nuestros destinos. El tratamiento informativo de las marchas del 22M es un reflejo de ello.

La vida es muy corta para centrarla solo en las frustraciones. Es una método de supervivencia el buscar las cosas buenas que nos hacen sentir bien. No es necesario tanto para ser feliz, y tan poco para darse cuenta de que no estamos dentro de una película de ficción.

Las personas que forman parte de nuestra sociedad de consumo viven tan ensimismadas en conseguir todo aquello que les proporcionará la felicidad que se olvidan de que hay gente con problemas. Hay muchos seres humanos que tienen que vivir mal para que unos pocos vivan muy bien. La posibilidad de que nuestro mundo de cartón se derrumbe y formemos parte de estos parias de la tierra parece que cada vez esta más cerca.

El hecho de ser pobres no debe sumirnos en el pesimismo y sepultarnos bajo el miedo. El interruptor de nuestra verdadera realidad debe encenderse  y apagar las nada solidarias luces del “a mí no me va a tocar”. Hay que pensar que todos somos uno. Y que cuanto mejor le vayan las cosas a cada uno de nosotros mejor nos irán a todos en conjunto.

Nuestra desunión es su fuerza. Nuestro egoísmo y competitividad su dominio. Nuestra ignorancia su sabiduría. Nuestro pasotismo su tranquilidad. Nuestro conformismo su seguro de vida.

 

Sin más, soñando que el miedo deje paso a la esperanza, y esperando que les guste, y que les disguste, les dejo con:

 

UN EXTRAÑO EN LA CIUDAD

 

A la familia Segovia Muñoz, a los cuales les mandamos todo nuestro apoyo para que luchen con todas sus fuerzas para vencer el obstáculo, complicado pero no insalvable, que les ha puesto la vida.

¡ÁNIMO, FUERZA Y ADELANTE!

 

Las manos apoyadas en el fregadero. La vista fija en los agujeros del desagüe. El agua cayendo en forma de cilindro sobre el acero. ¿Qué sentido tenía todo?, ¿para qué servía la pila?

Antes de que le entrara el pánico existencial volvió a su habitación. Encima de la mesa, cubierta por un hule de plástico, había dejado el periódico. Abierto por las páginas centrales deba la sensación de haber estado en esa posición toda la vida.

El día después de la manifestación le había dejado sin fuerzas. Las metas que se había propuesto las había conseguido. Aunque la sensación de vacío había aumentado de una manera más rápida que otra tarde de domingo.

Siempre se sintió fuera de lugar. Le preocupaban cosas distintas a lo que le interesaba a la mayoría. A nivel cultural había nacido dos décadas después. A medida que avanzaban los años le quedaban menos espacios donde sentirse realmente a gusto.

Lo que más le chocaba eran las burbujas que envolvían a las personas, sobretodo a los más jóvenes. Este fenómeno físico recubría la piel de los sujetos y les alejaba de la verdad de las calles. Daba la sensación de que los individuos de la era de los ipods, en vez de andar, flotaban, y no precisamente de felicidad.

Después de una tertulia llegaba a casa en busca del refugio de los libros. Los extractos de las conversaciones que cubrían su memoria lo asustaban, y solo podía calmarse cuando escuchaba los primeros acordes de rock que salían de su fiel equipo de música.

Era preocupante que la gente no supiera que en el mundo hay muchas personas que sufren, y que no han hecho nada para merecerlo. No le permitía dormir tranquilo el hecho de que la juventud pensara que las guerras, los abusos y demás injusticias, formaban parte de la nueva temporada de una serie de éxito de Estados Unidos.

La tortura existía. Los malos tratos también. Echarle agua a un detenido encima de la cabeza, tapada esta por una bolsa de plástico, era un método cruel que utilizaban muchos países como medio para obtener información.

A base de películas y series habían hecho creer a una amplía mayoría que todo lo que pasa es un cuento. Unos tenían final feliz, si hacías lo que te ordenaban, y otros no, sino hacías lo que te mandaban.

La normalidad no tenía significado claro. A veces pensaba que el raro era él. Tenía inteligencia, y, lo peor de todo, esta estaba condicionada por sus sentimientos. Una combinación muy dolorosa para una época en donde las cifras eran las protagonistas.

Recordando el paseo después de la protesta por las calles de su antiguo instituto, esquivando los golpes de la nostalgia, notó que todo estaba igual pero que nada permanecía en su sitio. El mismo parque y la misma plaza transmitían vibraciones débiles y sin sustancia. Los locales estaban muertos llenos de clientes. Ya no reinaba el humo, y la cerveza tenía un color menos intenso que su sabor.

Pensó que era un extraño en la ciudad, y se encontró en la más absoluta soledad aunque estuviera rodeado de personas. No reconocía los principios que se había marcado. La ilusión de tener un mundo mejor se veía eclipsada por los móviles de última generación. No se identificaba con lo que había a su alrededor. Todo era muy de diseño. Parecía antiguo pero era muy nuevo. Incluso lo revolucionario tenía la forma de un envase de una hamburguesa para llevar.

De repente, cerró el periódico de manera violenta, como si le hubiera venido la luz. Bajó de la colmena, utilizó el contenedor azul e inicio la carrera. Llegó a donde los recuerdos desaparecían. Apagó la música y centró su atención en escuchar su cuerpo. Le estaba hablando.

Nada tenía sentido. Tampoco había una explicación. El cerebro humano no podía abarcar campos tan extensos. Lo mejor que podía hacer era aceptarlo y disfrutar con las cosas que le hacían feliz.

“Uno llega a un sitio, viene solo y sin manual de instrucciones que le guíe. No sabe muy bien para qué y por qué. No hay que buscar donde no hay. Hay que dejarse llevar, caminar despacio, correr sin pisar el suelo, pero con la cabeza en su sitio y los ojos muy abiertos”

Estas palabras se las repetía continuamente. “Soy un extraño en la ciudad…Soy un extraño en…Soy un extraño…Soy un…Soy…” Metido en la cama, mezclando esta canción con sus propósitos, poco  a poco se iba quedando dormido. Esperaba que los sueños dieran paso de una vez por todas a una vida de verdad.