Un lunes como si fuera sábado... por Antonio Cabrero Díaz

26.06.2015 00:00

Hola amiguitos y amiguitas de PB Agujúo.

Aquí estamos otra vez, para gusto y disgusto de los que entran en esta página, y, más concretamente, en esta sección. El calor no nos va a parar. La difamación continua de los que ostentan el poder tampoco.

La campaña vergonzosa que se está llevando a cabo, en contra de las plataformas ciudadanas que han llegado a ayuntamientos y comunidades, solo demuestra la calaña de los representantes que tenemos.

El equipo de Manuela Carmena, en el ayuntamiento de Madrid, es uno de los que más están sufriendo este acoso. Esperemos que esto no sea debido a la intención de provocar un “Tamayazo” en diferido, y quitarles el bastón de mando, para evitar de esta manera que levanten las alfombras de la corrupción.

Ellos, “los buenos”, van a intentar, por todos los medios, que “los nuevos”, nos parezcan malvados y satánicos. Es lógico, si tú dejas que Grecia vaya bien, recuperen sus derechos, y que los ciudadanos mejoren su calidad de vida, vas a tener un serio problema para mantener tus privilegios.

Sin más, esperando que no caigan en su trampa, y que les guste y les disguste, lo escrito, les dejo con:

 

UN LUNES COMO SI FUERA SÁBADO

 

El hecho de salir un día cualquiera de la semana a pasarlo bien significa riqueza. Son esas cosas las que, desde mi punto de vista, indican el nivel de vida que ha alcanzado una persona, y no las casas con piscina y los coches de alta gama.

La excusa, o el motivo, era un concierto de Kiss. Grupo de rock que nunca me ha gustado en exceso, pero que tenía curiosidad por ver. Demasiado blandos para mis gustos musicales.

A la cita acudimos unos cuantos. Antes de entrar alguno ya venía un poco perjudicado, pero esto entra dentro de lo que suele ser habitual. El acceso al recinto fue rápido y sin complicaciones. En unos instantes estábamos en medio de la pista dispuestos a ver el espectáculo.

Ya saben que a estos eventos acuden un número elevado de tontos. En este tengo que reconocer que no había muchos. A lo mejor porque el público era menos numeroso, o quizás porque nosotros ya no nos distinguimos de los que nos rodean.

Del tema móvil ya no quiero ni hablar. Albertillo, al cual le tiré el suyo dentro de una caseta en unas fiestas de Aluche, dio buena cuenta de su uso, junto a Roberto (vaya par de frikis). Por este motivo, y para no insultar a mis propios conocidos, voy a correr un “estúpido” velo.

En todos los conciertos hay anécdotas, y este no iba a ser una excepción. Delante de nosotros había un grupo de unas diez personas, con un niño de unos diez años a los hombros. Una insensatez meter a un infante dentro de una multitud. Nunca se puede prever lo que puede ocurrir (caídas, avalanchas, tiro de objetos) en medio de una actuación de este calibre.

En otro tiempo, al no dejar ver al personal, a estos individuos les hubieran tirado todo tipo de cosas. Aquí les cayó un mini y la reprimenda de Richy, el cual explotó, y les indicó que ya estaba bien de molestar a la gente.

 Uno de ellos reaccionó de mala manera, pero yo, que últimamente estoy tranquilo, intervine para que la cosa no llegara a mayores. Al padre le expliqué que lo del niño no era de recibo, que su hermano había tenido suerte de que richy no se diera cuenta de que era un tío, que no tenía razón, y que disfrutara del concierto, puesto que los rifirrafes lo mismo que aparecen se van.

Angelillo, cuando se lo conté, pues estaba en el servicio, se partía de la risa. Le hacía la misma gracia que a mí, que un menda tan alto no pudiera ver a los músicos por culpa de un niño bajito. No me digan que no es una  paradoja. Yo todavía me estoy riendo. ¿No me oyen?

Los Kiss tocaron poco y hablaron mucho, pero dieron un buen concierto, muy espectacular debido a la puesta en escena, con fuegos artificiales, tirolinas, y demás efectos especiales. Montse no se quedó muy convencida porque, según ella, faltaron canciones. Creo que disfrutó como una enana.

El colofón a tan fantástico día terminó en Oporto (el barrio no la ciudad), degustando unas cervezas y unas viandas. Me gustó la respuesta del camarero cuando le pregunté si se podía comer a esas horas de la noche (doce y media), “en Bebe y Pica la cocina siempre está abierta”.

Dimos buena cuenta del “picapollo” y “chicharrones” que nos sirvieron de manera opulenta. Soy más de bravas y oreja, pero el hecho de tener alumnas dominicanas ha provocado que mi mente se abra, y descubra nuevos lugares y culturas sin moverme de la capital.

Una vez dejé a mis acompañantes e iba subiendo la cuesta mi satisfacción iba en aumento al comprobar que era lunes y me encontraba paseando, tranquilamente, por las calles de Carabanchel, escuchando “Nicaragua sandinista”, de Kortatu. Llegué a casa y nadie me dijo nada. Una maravilla. La soledad es lo que tiene, que es un precio que hay que pagar, pero que generosamente te lleva a la libertad.