Un virtuoso muy malo... por Antonio Cabrero Díaz

18.09.2015 00:00

Hola amiguitos y amiguitas de PB Agujúo. Aquí estamos otra vez.

Lo que a continuación van a leer es una exposición de las vivencias que uno tiene en su día a día. Es obvio que lo que se describe está condicionado por el punto de vista del escritor. Entiendo que haya mucha gente que no esté de acuerdo, pero que otra mucha sí.

Sin más, esperando que les guste y les disguste lo escrito, les dejo con:

UN VIRTUOSO MUY MALO

A Iván, “el muñeco”, que está dando una lección como padre y como amigo. A ver si aquellos que le han criticado y le critican aprenden algo y toman ejemplo.

Estaba sentado en un banco de mi pueblo celebrando las fiestas del Cristo con una birra en la mano, junto a un colega, cuando se acercaron otros dos más. Éstos antes se venían con el resto de la pandilla, pero en un momento determinado eligieron otro camino y se separaron.

Un nuevo integrante de la peña, inducido por otro veterano, decidió enviar una foto de los que estábamos allí con los dos disidentes vía guasa. Todo de lo más normal del mundo, para mí entender y para cualquiera que tenga dos dedos de frente. Pues, ¡no!, parece ser que molestó a unos cuantos de los allí no presentes. Les  fastidió tanto que al momento le sacaron del grupo (para uno legal que entra).

En mi familia nunca ha sentado bien que nos llamen la atención, y más cuando el que lo hace, creemos nosotros, no tiene razón. A mí, de un tiempo a esta parte, me la llaman mucho. En el colegio, su directora y algún padre ofendido, en el pueblo, algún contertulio menospreciado y alguna madre agraviada, y en mi entorno, aquel o aquella que no he tratado correctamente.

Afortunadamente llevo un tiempo tranquilo, o lo que es lo mismo, que no pierdo los papeles y mando a tomar por culo a aquel o a aquella gilipollas que viene a tocarme los cojones. Esta actitud es la más recomendable, sobretodo, para mi salud y mi maltratado intelecto.

El hecho de estar calmado no quita para que diga lo que piense en el momento o lugar que crea adecuado. Por este motivo digo muy alto que nadie es quien para juzgar a otro por lo que sea o por lo que haga, y menos por una chorrada como la que les he narrado anteriormente. Aconsejo a los perfectos que, antes de emitir una opinión sobre otras personas, se miren a sí mismos, y analicen su trayectoria y manera de actuar a lo largo de su vida. Seguro que encontrarán un montón de cosas que han hecho mal y agradecerán el hecho de que en ese momento los amigos hayan sido comprensivos con ellos.

Me decía uno, de los que antes todos querían y ahora todos odian, que tengo la virtud de decir auténticas barbaridades a la gente y que no se enfade conmigo. Y no solo eso, sino que soy apreciado y querido. No estoy de acuerdo con esta afirmación. No soy un virtuoso. Si me permiten puedo llegar a admitir que soy un virtuoso muy malo.

A lo mejor influye que me guio por este mundo de teatro, convencionalismos sociales, y falsedad duradera, con normalidad y honradez. A lo mejor es que actúo según los principios básicos que me enseñaron mis padres; hablar al que nadie quiere, ayudar al que más lo necesita, y anteponer las personas a las ideas, y todo esto sin importarme una mierda lo que piensen los demás de mí.

Por esta razón les comunico a todos los que se sienten insultados por mis palabras e intimidados por mi tono de voz, cuando me hablan de temas políticos y sociales, que lo siento mucho pero que es lo que hay. No puedo soportar que personas que son unos putos muertos de hambre (por mucho que se crean algo) ataquen sin piedad a las candidaturas populares que llegaron a los ayuntamientos, y que luchan por mejorar sus vidas, y que, por otra parte, defiendan a las élites que llevan explotándoles generación tras generación.

Por este motivo les digo a aquellos amigos y no amigos, que son padres, que se sienten muy dolidos cuando llamo la atención a sus hijos, de malas maneras (según ellos), que yo no tengo porque aguantarles, y, mucho menos, educarles, ni siquiera en mi trabajo. Añado que los niños no tienen que estar en los bares con adultos que beben alcohol a litros y fuman sustancias prohibidas, mañana, tarde y hasta altas horas de la noche.

Continuo afirmando que, en contra de lo que puedan pensar algunos, a mí no es que no me gusten los niños (parece ser que ellos a mí me adoran), lo que no me gustan son los padres, los cuales, desde mi punto de vista, son unos irresponsables y consentidores que les están haciendo un flaco favor educándoles en el egoísmo más absoluto.

Por último, les pido que entiendan que a mí no me tienen porque encantar sus hijos, aunque ellos piensen que es lo más maravilloso de este mundo. Yo nunca les he pedido que se adapten a mi modo de vida, que se pongan ellos en mi lugar por un instante y hagan lo mismo, y dejen de tocarme las pelotas de una vez por todas.

El virtuoso, muy malo, ha terminado su argumentación. Todo aquel o aquella que la haya leído y considere que soy una persona que no merezco la pena, poco recomendable, y muy alejada de la bondad, ya sabe lo que tiene que hacer, no HABLARME y, ¡mucho menos!, ESTAR conmigo. No se preocupen, no me voy a enfadar, sino todo lo contario. Tengo asumido que no soy perfecto y que me equivoco incluso cuando acierto.