Una lata en el campo... por Antonio Cabrero Díaz

29.01.2016 22:38
Hola amiguitos y amiguitas de PB Agujúo.

 

Aquí estamos otra vez para reforzarles pensamientos o para confirmarles sus peores presagios. El escrito pasado desató una sincera unanimidad. Todos creemos que tenemos un país de ladrones y de gente poco honrada. Empecemos a ser legales nosotros mismos e igual la cosa cambia y hay más gente que se une al equipo de la honradez.

PB Agujúo a veces me da miedo. Cuando entro en el blog y me encuentro noticias de la Peña madridista de Pedro Bernardo me dan ganas de salir corriendo. Ante el último acontecimiento, la visita de dos antiperiodistas, no tuve más remedio que huir de la página con urgencia.

Imagino que a mucha gente le pasará lo mismo con Libertalia. Sobre gustos hay mucho escrito pero no dejan de ser opciones personales, todas muy respetables. Yo personalmente prefiero leer a Yolanda, la cual aporta algo distinto, que chorradas sobre un equipo de fútbol.

Por esta razón entenderé que a continuación corten la conexión y no lean lo que aquí he escrito. Seguro que tienen cosas más importantes que hacer, como ver sálvame por ejemplo.

Sin más, esperando que les guste y les disguste lo escrito, les dejo con:

 

 

UNA LATA EN EL CAMPO

 

 

Subo una cuesta entre árboles que sudan por culpa de un extraño calor de enero. Algo brilla a lo lejos. No es un cristal. Según me voy acercando, sin parar de correr, atisbo colores. Estos no me hacen sentir bien, es más, me ponen de mala leche.

Estoy encima del objeto metálico. Hago un escorzo, flexionando las piernas y recojo la lata de una marca conocida de cerveza. Madrid esta sucio. Esto es debido a la mala gestión del anterior equipo de gobierno y a la falta de educación de la gente.

La revolución ahora se hace a través de los móviles. El sonido del metal me provoca este pensamiento. Cada "clac" es un pellizco que despierta los dolores de mi alma. Lo que realmente desataría una auténtica revuelta sería que la  gente se manifestara con libros en las manos.

Salgo del paraíso. Meto mis pies en el asfalto. Me aproximo al cubo amarillo. Sin dejar de correr deposito dos latas dentro de él. No he solucionado nada pero he tranquilizado a mi conciencia.

Cruzo un paso de cebra, y cuando voy por debajo de un puente este se me cae encima. El peso de la injusticia me aprieta el esternón y asfixia mis pulmones. Hay mucha agua y mucha gente dentro que encharcan mis venas abiertas.

Mi mente visualiza un parque como un oasis en un desierto de alquitrán. También veo miles de refugiados que tendrían que estar conmigo pero que no lo están. Parece que los nuevos representantes del pueblo se han olvidado de ellos. No tendrán tiempo. Estarán pensando en ocupar los mejores puestos.

Me acerco al final. La carrera lamentablemente se acaba. Apenas unos metros y llegaré a mi banco. Ya no es lo que era. Lo han despersonalizado. Ya no pone "Aluche Warriors". Ahora esta pintado con un mensaje indeterminado. Parece el titular de un medio de comunicación.

Me siento. Me bajan las pulsaciones. Dicen los expertos que no es sano ejercitarse cuando hay tanta contaminación pero yo me siento mejor. Será peor fumarse dos cajetillas de tabaco al día. A lo mejor tampoco es malo. Dudo hasta de lo evidente.

Mientras termino de estirar mi cerebro fija la mirada al frente. Hay unos niños jugando a la pelota. Juegan con el futuro que está en sus pies. Muy cercanos a ellos están los padres. Son los mismos que son incapaces de tirar una lata a la papelera.

Entonces me levanto y me voy. Ese día he sufrido una derrota. Me ha vencido la mala educación y la falta de respeto. Lo asumo y no me vengo abajo por culpa de las endorfinas. No hay nada mejor que la química natural.

Entro en casa. Pongo música. Me siento en el sillón. Este me abraza con cariño. Me consuela y reconforta su calor. El sudor se va secando por la acción de la belleza. El recuerdo de lo bonito me hacer sentir bien. También provoca que desee que llegue el día en que el campo este limpio de latas y de ratas.