Una mujer domésticamente salvaje... por M. Yolanda tejero

26.10.2016 08:43

Vaya pinta que tengo ¿a quién quiero engañar? Ropa amplia de mercadillo,  que disimula mi barriga cincuentona y las demás redondeces de mi cuerpo agotado y añoso. Unos zapatos anchos, con suela de goma de forma ortopédica, todos los elementos para frenar la lujuria.

Bajo al mercado, con un toque nuevo he comprado un carrito de la compra, rosa chicle acharolado y con dibujos al más auténtico estilo pop, creo que me da un aire diferente. Pero a pesar de eso, sigo siendo una mujer vulgar, domesticada hasta los tuétanos, que se marea en una rutina circular que se repite puntualmente, cada semana,  cada día,  cada hora, sin alterarse nunca. Me adormezco en el tedio de unas noticias repetidas de tan semejantes todos los días. Ya no me inquietan las corrupciones, los parados, los desastres, los  accidentes. Todo me suena  como una misma canción,  al menos los presentadores se cambian de modelo de lo contrario parecería solo un larguísimo día…

Después de cenar y recoger la cocina,  consigo descansar un par de horas en el sofá antes de acostarme, normalmente me adormezco mientras mi familia mira la Televisión, entonces busco el momento cumbre de suspense o terror de la película y  huyo , si emprendo una huida intima salgo fuera del ama de casa. Me quito el traje rugoso de  piel naranja, de las cartucheras, desabrocho  los rodales de mi cintura, tiro las zapatillas y la ropa interior floja.

Abro el vestidor, me siento en el sillón mientras apuro una copa de vino blanco y pienso seriamente mi elección para la noche de hoy. Mi ropa interior de encaje y satén, suave e impecable se ciñe sin vergüenza a una piel madura, pero suave y cuidada.  Elijo el vestido negro, ajustado con pedrería discreta en los hombros y un generoso escote en la espalda, no delata nada más que un vientre no del todo plano, que simularé con un chal de seda naranja.

Llevaré unos zapatos negros de tacón de  aguja, los que llevan una pequeña pulsera del mismo  color del chal que se ata al tobillo.  Las joyas serán discretas, solo una pulsera y un colgante antiguo. Esta noche me harán cantar, estas reuniones siempre terminan igual, beberemos antes, durante y  después de  la cena. Arreglaremos el mundo y después vendrá el Jazz. Siempre que bebo termino cantando  jazz, la viejas canciones de Ella Fitzgerald, o quizá  Dinah Washington y ahí saldrá mi lado de Femme  Fatale, con el que conseguiré que el invitado de honor  firme el contrato para la nueva campaña de publicidad.    Llevo mucho tiempo detrás de este negocio.  El taxista está llamando al timbre, debo darme prisa.

Mi cabeza se ladea bruscamente, mi marido acaba de levantarse,  se va el punto de apoyo, la película ya ha terminado. Vuelvo al círculo de rutina, me lavo los dientes, dejo las tazas del desayuno preparadas, recojo los trastos que encuentro de camino al dormitorio, me acuesto y apago la luz.

 

M Yolanda Tejero M

Getafe, 10 de diciembre de 2013