Violento NO, valiente, SI... por Antonio Cabrero Díaz

17.04.2014 00:00

 

Hola amiguitas y amiguitos de PB Agujúo aquí estamos otra vez. Ni las vacaciones impuestas por un calendario confesional pueden parar nuestra actividad. A ver cuando los políticos que nos mal gobiernan se deciden a aplicar su tesoro constitucional y separan iglesia de estado.

Antes de comenzar con el escrito de hoy quisiera hacer una referencia al artículo de Alberto Bardera sobre el día de la tapa de Pedro Bernardo, celebrado el 5 de abril, y el cual ratifico y apoyo totalmente.

Un buen padre si se preocupa de que su hijo tenga una buena educación, debe corregir a este cuando ha cometido una acción que según los buenos valores no ha sido la correcta. Un mal padre es el que le consiente todo por miedo a perder su cariño.

Los dueños de los establecimientos organizadores de esta fiesta tienen que ver la crítica realizada por Alberto como la llamada de atención de unos buenos padres a sus hijos para que apredan que en la vida no siempre uno lleva la razón, y que rectificar es cosa de sabios.

Este escrito no debe enfadar a los comerciantes y sí hacerles reflexionar. Yo prefiero a un amigo que me diga la verdad de lo que opina de mis acciones a la cara, sean estas malas o buenas, a otro que solo me pase la mano por el lomo. El primero me da a entender que realmente se preocupa por mí y le importa lo que me pase. El segundo demuestra todo lo contrario, que le son indiferentes mis problemas y como me vaya en la vida.

Hay personas que después de leer mis artículos me comentan lo que les han parecido. A unos les gustan y a otros no. Me aconsejan técnicamente e ideológicamente. Yo ante esta situación tomo la postura más inteligente, escuchar. Después analizo lo escuchado, y desde mis principios e ideas, corrijo o lo dejo como esta, pero siempre muy agradecido de que alguien me ofrezca otro punto de vista diferente al mío.

Los hosteleros de este pueblo si son inteligentes deberían tomar nota de lo escrito por Alberto, y el próximo año intentar mejorar lo que, para nuestra opinión, este año ha empeorado. A lo mejor si hacen caso a los pequeños detalles que se vislumbran de esta crítica consiguen que este evento dure muchos años, y que reporte múltiples beneficios para todos.

 

Sin más, soñando que el miedo deje paso a la esperanza, y deseando que les guste, y que les disguste, les dejo con:

 

VIOLENTO NO, VALIENTE SI

 

Hace tiempo que intento no entrar en debates políticos en lugares en donde estoy con gente que conozco poco, e incluso en sitios habituales rodeado de personas que conozco de toda la vida.

Uno aguanta el tipo e intenta no entrar en discusiones que no le van a aportar nada. Escucho impasible memez trás memez, las cuales salen por las bocas de gente que dada su situación deberían decir todo lo contrario.

Un ejemplo de sinrazón es el hecho de que padres jóvenes con hijos, a los cuales se les presenta un futuro muy incierto, no sólo no se movilizan en contra de las medidas antisociales que toman los gobiernos, sino que las apoyan y alientan.

No hace mucho se lo intenté explicar a una compañera, con dos hijos y marido, la cual me dijo que ella no hacía huelga, y que cuando estuvieramos todos en la calles, si se diera el caso, ella tendría 90 euros en su cuenta más que yo.

La repliqué que yo soy uno solo, que puedo comer lentejas todos los días, que no tengo nada que pagar pues nada tengo, y que cuando vinieran mal dadas (que vendrán) yo sabría como buscarme la vida, cosas que ella y su familia igual tendrían más difícil.

Pues ni por esas logró entenderlo, y como de costumbre la frustración se apoderó de mí, mezclada con el arrepentimiento de haber entrado en una discusión que nunca debería haber iniciado, y que no me habia aportado nada más que un innecesario enfado.

Sigo sin entender a que aspira la gente, sin hacer nada ante un panorama desolador, con un país en donde no hay trabajo, en donde los jóvenes se ven obligados a macharse, y en donde todos nuestros derechos del bienestar se van recortando cada día que pasa.

¿Dónde están todos esos padres luchando por el porvenir de sus hijos?, ¿dónde están toda esa juventud peleando por unos derechos que reales decretos les están arrebatando?

Yo voy a manifestaciones, hago huelgas, miro por el planeta y su cuidado, e intento que a la gente que me rodea le vaya lo mejor posible, y todo esto sin tener ninguna necesidad de hacerlo, o menos que muchos que sí deberían tomar esta postura.

Estoy hasta las narices, por no decir otra cosa que a alguna le pueda parecer ordinaria, de que todos aquellos, que están padeciendo las injusticias que los mandan cometen, en vez de apoyar mi criterio y mi lucha, me lo afean y discuten, a la vez que defienden a los que en realidad les están oprimiendo y saqueando.

Me han llamado "rojo", "revolucionario", "perro flauta", "comunista", y "anarquista", entre otras muchas cosas. Calificativos estos que más que ofenderme me satisfacen. Nunca he prestado ninguna atención a lo que la gente piensa de mí, y por supuesto que no hago caso a comentarios de este tipo, pero llega un momento en donde hay alguien que enciende el piloto rojo del límite y de la paciencia.

Ese momento llegó la semana pasada. Estaba de espectador, situando mi mente en el bosque como medio de evasión, en un debate entre compañeras a colación de las marchas de la dignidad, las cuales jamás se recordarán por lo que allí se reivindicó, y sí por los hechos violentos del final de las mismas.

Les puedo asegurar que aguanté lo máximo que pude (y últimamente es mucho), pero llegó un instante en el cual tuve que intervenir, harto de escuchar tanta estupidez influenciada por los mensajes que envian los medios de comunicación adláteres del poder.

Le dije a una de mis interlocutoras qué si me consideraba una persona violenta por el hecho de haber estado en esa concentración, y que más violentos son los que gobiernan, que con sus politicas y sus policías hacen que la gente se muera de hambre y quede tullida. Al final como siempre me encendí, una vez más perdí los papeles, y rematé mi ardorosa intervención diciéndole que igual si me levantaba y le daba dos guantazos tendría un argumento de peso para catalogarme de violento. Ya que le injurian a uno por lo menos que sea con motivo.

La cosa no pasó a mayores, y una vez más me envolvió el mismo sentimiento anteriormente descrito. Me callé, me fui, y me prometí a mi mismo no volver a entrar en una disputa verbal con aquellos que son ciegos por que no quieren ver.

Tengo claro que no soy agresivo, y por supuesto que no soy violento, y sí valiente, porque hay que serlo mucho hoy en día para vencer el miedo que minuto a minuto nos introducen y luchar contra las políticas de recortes y de maltrato humano que los que gobiernan nos clavan con el cuchillo de la democracia.