YAK COPAGO... por Antonio Cabrero Díaz
Hola amiguitos y amiguitas de PB Agujúo.
Aquí estamos otra vez después de un tiempo de ocio. Las ganas de seguir adelante nos lo proporciona nuestra cerrazón de no dar nuestro brazo a torcer. Esta actitud no esta bien vista por los borregos que pueblan lo puestos de trabajo que les regalan lo patronos del mundo. Ambos, obreros y amos, van a morir igual, eso si, viviendo de diferente manera.
De la capitalista navidad destaca el árbol que se colocó en el Puente, enfrente de la Fuente de los Chorros, de un pueblo de la provincia de Ávila, llamado Pedro Berardo. Superó con creces el estilismo de los reyes magos de Carmena. No entiendo por qué este fabuloso adorno no ha sido difundido como se merece a lo largo de toda la geografía española.
Entre borrachera y borrachera, única manera de soportar toda la mierda de felicidad navideña, no he podido evitar darme cuenta de la manipulación y la injusticia que nos rodea. Se ve que no me afectan las maniobras de distracción que ponen a nuestro alcance para que las masacres, como las guerras y el éxodo de refugiados ahogándose, nos parezcan normales.
Me quedo con la frase de Paco, de la peña “cubonazo”, cuando me lo encontré recogiendo a su sobrina en el colegio donde trabajo, “tú como eres como eres…” Fue su respuesta cuando le conté brevemente mi situación laboral en la empresa. A día de hoy no se como soy. No me siento nadie extraordinario, pero parece ser que lo que hago y lo que digo, sin importancia para mí, suele ser algo raro y no habitual que trae problemas.
Sin más, esperando que les guste y disguste lo escrito, les dejo con:
YAK COPAGO
Un tipo curioso Yak. Un elemento de mala calaña, no por su propia persona, y sí por aquellos políticos que no le quieren cuidar o dar de baja definitiva. Su apellido tampoco ayuda para ganarse las simpatías del público en general.
Los tipos que le crearon viven como dios. No tienen ningún problema, porque hagan lo que hagan no les va a pasar nada. Si les piden cuentas por haber hecho que Yak matase a 62 personas tienen amigos con toga que les exculpan. Si les acusan de cobrar a los más vulnerables por un poco de SALUD utilizan la misma estrategia, culpan a su apellido, Copago, y se van de rositas.
Esos mismos maltratados que van a un hopital y tienen que esperar tres días a ser atendidos por falta de personal, no dudan un instante en insultar a Yak Copago y vitorear a PePe, el partido que les maltrata y humilla dando ese dinero de sanidad a bancos rescatados.
El delito más grave que se puede cometer no es cambiar un cuerpo por otro cuerpo sin vida. Tampoco mentir y culpar a unos familiares por una negligencia, y, mucho menos, no atender al enfermo y cobrarle el doble de lo que puede pagar por esa atención. El delito más grave es votar al partido responsable de que todas estas fechorías se cometan.
No voy a decir que me encanta, pero a veces disfruto, como ser humano malo que soy, cuando la gente se queja del trabajo precario, del precio de la vivienda, de esto y aquello, y de la falta de honradez de los políticos. No tengo reparo en responderles que ellos, los gobernantes, no dejan de ser un reflejo de lo que somos realmente nosotros.
Yak es inocente. El señor Copago no es culpable de nada. Le absuelvo de toda responsabilidad. Los culpables de todo lo que pasa somos nosotros. Tenemos lo que nos merecemos, y todo lo que nos pase es poco. Si lo han leído bien, todo lo que nos pase es poco, y nos tendría que pasar mucho más para que supiéramos lo que es la vida.
“La historia se repite”, y “la historia la hacen los pueblos”, frases que les comenté a unos alumnos nada interesados en ella. La nuestra esta marcada desde que nacemos hasta que morimos. La suerte que tienen algunos es que en el camino no les ha atacado duramente.
Vendrán mas Yakolevs y más copagos y nadie gritará. El mundo no tiene solución, como decía el tango, y es una porquería porque la zanahoria se comió al burro. No pasará nada. Unos vivirán bien, y otros, la mayoría, mal, incluso lo que se denomina “clase media”, y el que gritó, el que levantó la voz, ya no estará, ni para verlo, ni para denunciarlo.